martes, 13 de febrero de 2018

FRAGIL

Siempre fui frágil. Desde niño. Mi madre me ataba a las silleta hasta los seis años, para prevenir caídas accidentales o agresiones de otros muchachos. Después cuando instigados por los consejos de los profesores accedieron a darme libertad, ya no era necesario atarme. Sabía que de un árbol te puedes caer, que si corres cuanto más veloz más daño te hacías al caer. Que si saltas te puedes torcer un tobillo. Y no solo era frágil para los asuntos físicos, mi fragilidad se extendía también a las cosas de comer, los donuts eran muy grasos, la nocilla también, el embutido obstruía las arterias de los adultos, las golosinas picaban los dientes, las moras de las zarazas daban diarrea, las brevas dolor de tripa... Un bocadillo de jamón de pavo, cada día. Un taco enorme de jamón de pavo bajo en grasa, que dejaría mis arterias como una patena por los siglos de los siglos, como si no hubiese vivido, como si mi vida hubiese pasado en un congelador. Y así seguí. Crecí. No beses a las muchachas que los besos transmiten infecciones. Lávate las manos con desinfectante después de dar la mano a alguien por la calle, y en epidemia de gripe al instituto con mascarilla. No aceptes comida o bebida de desconocidos. NO cojas nada del suelo. No uses internet o el móvil sin la presencia de tus padres. No te mires cuando vayas a orinar. No te toques que se secará la médula. No tengas malos pensamientos que el niño Jesús se pone triste. Y todo de buen grado. Si había algo que era seguro es que no me iba a dañar. Y seguí creciendo acumulando más cláusulas de seguridad que una póliza de seguros, y todas tatuadas a fuego sin deslices, sin excepciones llevadas con rigor, con naturalidad, sin excepción. Llegué ala veintena pálido, débil, caminaba sin separa los pies, algunos pensaban que era por amaneramiento, pero simplemente era para evitar caer, caer al suelo, y los pasos mentales también cortos para no caer en las tentaciones de un mundo arriesgado. Aprendía a leer con libros electrónicos, con las mejores gafas que evitaban las radiaciones. Los libros de papel con sus ácaros eran anatema. A la entrada de casa había una cubeta somera con desinfectante para mantener la casa en un ambiente estéril, Me duchaba con ropa y todo, después una vez empapada de agua y jabón, me desvestía y salía, me secaba con un secador anclado en la pared y me vestía con ropas que no habían tenido contacto con el ambiente hostil e infecto de la calle. Me sentía solo. Mi forma de vivir, sencilla, prístina no era comprendida por nadie. Nadie, el resto del mundo prefería lo hosco, lo sucio lo infecto y lo arriesgado. El ambiente seguro de mi hogar era un lugar poco, nada frecuentado. No me sentía completo. Los seres humanos, incluso los mamíferos necesitan relacionarse con semejantes, amigos o parejas. Mi forma de vida les resultaba hostil y yo me sentía un ser humano incompleto. Pero encontré la solución. Soy frágil. Muy frágil tan frágil como una porcelana china, tan sensible a infecciones como un trasplantado de médula, un olor demasiado fuerte, un ruido podrían dañarme sin remisión, incluso la vibración de pisar demasiado enérgicamente. Era hermoso, vestía bien, relucía como el vidrio, pero como el vidrio también era frágil. investigué posibilidades. Muchas. Pero la mejor y más económica llegó en una caja de galletas. el plástico con burbujas de aire. Esa era mi solución. elegí las burbujas pequeñas. Encargué rollos enormes para envolverme y poder salir. un belcro por dentro y quedaba perfectamente aislado del ambiente, menos ruido, menos olores, menos contacto y acolchado para no fracturarme en caso de golpes inadvertidos. E hice amigos. Siempre dejaba un delantal, o un faldón y quien se puede negar a chafar las burbujas de aire inmersas en el plástico, quien puede dejar de hacer chasquidos. Algunos se hicieron adictos y tuve que evitarlos bajo riesgo de que cegados en su disfrute me hicieran perder mi aislamiento. Ahora soy popular. todos me conocen, incluso he salido en algún programa de televisión, y no lo creeréis, me han propuesto papeles en alguna película, pero todo el mundo sabe que el cine no es algo seguro, `por supuesto he dicho que no, ya he sido demasiado aventurado. Sigo siendo muy frágil , como todas las cosas realmente valiosas.

No hay comentarios: