domingo, 8 de abril de 2018

IKEA

Entrar en una tienda. Subir unas escaleras. Coger lapizitos y papel donde apuntar códigos que cuelgan de los objetos. Un recorrido marcado. Un itinerario con miles de objetos a la altura de tu vista. Quieres un estante. con baldas y sillones, Con una cristalera con unos cristales con elvifrio opaco y otros transparente. Una cajonera y dos puertas. En una de ellas un botellero y en la otra lejas. Instrucciones claras. Ah y el hueco de la tele. Te acercas a una y otra estatería. Ninguna es exacta como tú quieres. Preguntas a un muchacho a tu espalda como funciona eso. Te dice que tienes que ver qué se puede hacer con los módulos que se ofrecen, pero tienen que ser todos de la misma serie. No sabes qué es una serie. Te explica que son las palabras, muchas de ellas con un acento redondo que hay en cada uno de los rótulos. Ya. Te sientas en una banqueta muy cómoda enfrente del mueble que más se ajusta. empiezas a apuntar códigos. Te pierdes. Puede que hayas apuntado demasiadas cosas o demasiado pocas. El tiempo pasa. Estás bloqueado y no te apetece preguntar a nadie más. Otro muchacho se te acerca. TE recomienda que te vayas a casa, que consultes en tu ordenador, las posibilidades y la disponibilidad. Te parece juicioso. Pero no te aclaras ni con las posibilidades no con la disponibilidad. Al día siguiente volviste a entrar. Volviste a coger el lápiz esperando tener una mayor fortuna antes que reconocer tu fracaso. Te vuelve a sentar delante del mueble que es el tuyo con una disposición distinta. Intentas imaginar mentalmente lo que has de hacer. Haces un croquis para concretarlo. Y te duermes. Has faltado a tu siesta. Despiertas en una tienda cerrada. No ves a nadie y las luces están a medio gas. Sigues las señales que te llevan de una a otra dependencia. Supones que habrá algún guardia o algún reponedor. Nadie. Terminas el textil. Terminas la zona de las flores y llegas al almacén. Las cajas están cerradas. Las puertas también están cerradas. Estás temiendo que tendrás que esperar al día siguiente para salir. Hay comida. Hay camas. sin problemas. Pero escuchas ruido cerca de la zona del almacén. Te acercas con sigilo. Están decargando camiones. Son muebles. Lo curiosos es que son muebles completos. Unos brazos mecánicos los cogen, los desmontan en tablones y los embalan, otro brazo echa la bolsita con los herrajes que permitirán su montaje, y una impresora termina de imprimir en blanco y negro las instrucciones. Te acercas. Ningún operario. Los camiones se marchan. Esquivas los robots. Sigues la luz. El camión tiene un chófer, pero el camión se marcha y la puerta se cierra. Esperarás a mañana. Regresas. Esquivas los brazos robotizados que han despedazado los muebles. Un perrito en la cafeteria o dos, y después dormirás en una de las camas hasta el horario de apertura. Pero cuando esquivas el último robot. El mecanismo se activa. Te coge por el talle. Y te desmembra. Brazos, pies, piernas, muslos, torso y vísceras cabeza. Ya no vas a recordar nada ni a comer ni a dormir. Otro robot te introduce en una caja de cartón. Otro introduce los tornillos para el nuevo montaje. La impresora imprime las instrucciones para el STANDI MAN. Se posiciona en el cuarenta y seis del pasillo trece. DE inmediato se te ofrece a un precio muy moderado en el catálogo de internet en la sección artículos del hogar y mascotas. En el catálogo impreso tardará un poco más. Por supuesto no volverás a casa si no te adquieren.

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