sábado, 4 de febrero de 2012

1001 noches

La nueva doncella que acababa de llegar al harem temía por su vida. El sultán era caprichoso, si no encontraba en las nuevas algo muy especial podía costarle la vida. El sultán llegó al harem, se fijó en la doncella. No le gustó su mirada y decidió sacrificarla. La doncella le ofreció entretenerle, cada día le contaría una historia, algunas ya las tenía hechas y otras las elaboraría sobre la marcha.
Cuando el joven sultán había disfrutado de las historias antiguas y de muchas de las nuevas a lo largo de unas 200 noches, pensó que el juego ya no le resultaba tan divertido. Aprovechó que una noche la doncella balbuceaba, cansada de contar la historia después de una larga jornada, para liberarla de su compromiso. No la mataría, pero ya no deseaba más historias.
La doncella que había descubierto su gusto por las palabras, murió años después de tristeza al verse rechazada por el sultán que se había cansado del juego

1 comentario:

Anónimo dijo...

Supongo que en la vida real también se puede morir de tristeza, solo que la agonía es mas lenta, mas rutinaria, mas monótona, al final uno se termina acostumbrando a ella...Por desgracia..