jueves, 23 de febrero de 2012

RUTINAS

Juana bajó del autobús. Diez minutos hasta su puerta a buen ritmo. Comprar una barra de pan para la cena en los chinos de la esquina. Subió con los pies doloridos tras ocho horas de dependienta en Zara. El ascensor estaba ocupado. Subió los dos pisos por la escalera. Apoyó la barra en la pared para poder introducir la llave. Las luces del pasillo estaban apagadas. Miguel debía estar ahí. Lo llamó por las habitaciones. Era raro. Miró en los baños. Todo en orden. Volvió a la cocina. Nadie había cocinado la cena para ella. Nadie había cocinado para nadie. Nunca había pasado. Se volvió. Encima de la mesa de cristal ácido equidistante de las cuatro esquinas había un sobre blanco cerrado. Se leía con letra de imprenta Juana.

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