lunes, 20 de febrero de 2012

El hombre embarazado

A Miguel empezó a crecerle la tripa. Náuseas, pesadez de piernas, repulsión por alimentos. Cuando fue al médico la sospecha era una cirrosis, había bebido lo suyo durante años. Si no una cirrosis un tumor maligno. Miguel se hundió en espera de la ecografía.

El ecografista le dijo que el hígado estaba bien, que no había líquido en la tripa y que todo estaba en orden pero... usted está embarazado. Un embarazo ectópico le dijeron. ¡Y tan ectópico! Lo puesieron en manos de urólogos quienes declinaron su responsabilidad por no saber nada de embarazos. Lo admitieron en obstetricia, pero con gran alboroto porque allí solo había mujeres.

Nadie pensó que el embarazo fuese a seguir adelante, pero siguió con toda normalidad. Miguel percibió las patadicas que hacían deformarse su vientre. En el tercer trimestre los vómitos desaparecieron. Disfrutaba con los monitores. Se hizo de un grupo de amigas que veían lo más normal del mundo a un hombre embarazado. Todas acordaron que su siguiente hijo lo tendrían sus maridos. El les explicaba que aquello no era consecuencia de la fecundación in vitro, sino de una especie de milagro, ellas no le creían, le decían que hoy en día con dinero se puede hacer todo.

En el último mes, un matrón muy simpático intentó convencerle de la conveniencia del parto natural en el domicilio. Miguel le dijo que no creía que pudiese parir. El matrón se mostró convencido de que la naturaleza en su sabiduría dilataría lo que tuviese que dilatar para poder parir a un hermosísimo niño. Miguel no lo veía tan claro, pero nunca contradecía a un profesional.

La semana previa le informaron de la conveniencia de la lactancia materna para afianzar la relacion afectiva con la madre y mejorar las defensas. Miguel lamentó no tener pechos y ser muy velludo. La matrona le insistió que tenía que ser una buena madre e insistir en la lactancia, que los calostros eran muy buenos.

Dos o tres días después no podía parar de limpiar y ordenar su casa.

A los nueve meses justos Miguel comenzó a sentir contracciones. Le hicieron la cesárea y alumbró un bebé de casi cuatro kilos que se crió con biberones porque igual que parió sin útero no desarrolló pechos. Fue muy feliz y el niño se llamó Miguel

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