domingo, 3 de junio de 2012

MISS SIMPATÍA


Reina de la simpatía. Lucía con siete años sabía que había perdido. Ella quería ser reina reina, sin matices de simpatía o elegancia. Cuando miraba la leyenda de la banda leía perdedora. Llorar e irse. Es lo que le apetecía. Corriendo. Sin parar hasta su cama con la almohada por encima hasta que se le pasase. Lo importante es participar. Disfruta y pásatelo bien. Todas sois ganadoras. Sí, todas ganadoras, pero la reina lleva una corona que brilla más y su banda es más bonita y después hablará y le dará las gracias a su mamá. Y Lucía tendrá que seguir sonriendo hasta que esto termine aunque lo que de verdad le apetece es llorar.

Por fin terminó. Un osito de peluche envuelto en celofán cerrado por un lazo de raso rojo. Es similar a los otros dos osos de las dos participantes. Por lo menos en eso son iguales. Mira de reojo a su madre. Ve sus ojos húmedos. Su madre también querría llorar porque tiene la hija más guapa, la más simpática y la más lista y no comprende como los estúpidos del jurado no se han dado cuenta.

El peluche está caliente. Es agradable su tacto. En su cama. Sin la tiara. Con su pijama de siempre. Lo mira sobre el mueble. Intenta dormir recordar cosas bonitas y olvidar esa noche horrible. Un ruido suave subrayado por el silencio le impide dormir. Es una crepitación. Como cuando estrujó un puñado de nieve el invierno pasado. Es de noche y todo está en calma. Enciende la luz. El celofán que envuelve su muñeco está terriblemente pegado al  hocico de su osito. Apenas consigue separarlo con su respiración exhausta. Está empañado por dentro. Su osito respira. Sus ojos redondos iguales que siempre tienen un reflejo de sufrimiento. Se ahoga. Se levanta. Quita el lazo de celofán. Y lo deja abierto. El brillo de angustia desaparece. Ahora es simplemente un peluche.

Se duerme sin comprender muy bien lo que ha pasado. Por la mañana se va al cole. Abre bien la bolsa de celofán y pliega el lacito rojo al lado del osito. Toca el pecho de terciopelo blanco del peluche y percibe el frémito de la sangre que circula. Está caliente, del calor tibio que da la vida. No es un juguete. Es una mascota. Quizás ha sido una suerte haber concursado para miss aunque haya sido derrotada. Siempre deseó tener una mascota.

Se va al colegio muy contenta. No le cuenta a nadie la suerte que ha tenido, ni a su mejor amiga. Sólo la historia de la elección y ya no le importa tanto. Está deseando llegar a casa. Será por la tarde.

Vuelve extenuada deseando ver su osito. En su habitación alguien ha vuelto a atar el lazo al celofán, que aparece empañado y terriblemente pegado al hocico del osito. Lo abre. Toca la panza blanca de terciopelo y solo toca un peluche no hay frémito ni latido. Está frío.

No hay comentarios: