viernes, 16 de marzo de 2012

CRUZ

Al niño le contaron que un hombre viajaba con su borrico cargado de paja. El animal, viejo y cansado se atrasaba y se abatió la noche sobre ellos sin llegar a su destino. Su dueño le increpó y maldijo al animal. Miró la luna que en aquellos tiempos era blanca y pronunció su maldición. ¡Ojalá la luna te tragase! Y se cumplió. Si alguien se fija en la luna se ve el perfil de un borrico y su dueño.
 Envidiaba el destino del ganadero y su pollino. Subir a la luna y cada noche salvo los días nublados quedar expuesto a la visión de todos los hombres.
 Una noche de luna llena el niño salió con su perro al campo. Miró a su perro. ¡Ojalá la luna te tragase! Nada ¡Ojalá la luna te tragase! De nuevo nada ¡¡Maldito ojalá la luna te tragase!!!
El campo amaneció en la noche una luz perlada. El niño y su perro desaparecieron.
 Cuando sus padres lo buscaron agradecieron la luz de la luna llena donde se veía el burro y su dueño. Si hubiesen mirado desde el otro lado del universo habrían podido reconocer a su hijo y su perro.

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