domingo, 4 de marzo de 2012

EL BOSQUE FELIZ

El gnomo regresaba de cortar leña. Había caminado mucho para conseguir ramas secas. Las últimas semanas en el bosque las lluvias habían anegado los prados.Sólo las raíces más recónditas en madrigueras de conejos habían evitado la humedad. Afrontaba la última pendiente desde la que se divisaba el poblado con la euforia de los últimos metros. La comida caliente. Un baño de flores. Olor perfumado de la almohada.
Pero vio algo distinto. Los trols habían asaltado el poblado, habían masacrado a los gnomos que no habían podido huir, a otros se los habían llevado para devorarlos, y habían destrozado las casas para emplearlas como leña seca en su propio poblado.
El  gnomo se hundió. Desesperó y blasfemó contra los dioses del bosque. Se sentó en una piedra. Cerró los ojos muchas veces esperando cada vez que la pesadilla se convirtiese en sueño y el sueño en realidad. Ineficaz. Clamó venganza. Era pequeño y débil pero listo. Los gnomos tenían una larga historia. La humedad hacía fácil encontrar setas venenosas que con un trozo emponzoñarían la fuente del poblado de los trols y acabaría con la vida de todos ellos.
Llenó el morral no con un trozo sino con cinco de aquellas terribles setas. Empezó su camino aunque era de noche. Si se apresuraba podía llegar aún amparado en la oscuridad.
Terminaba la senda, culminaba el ascenso de la última pendiente, cuando vio a un trol sentado en una piedra con sus brazos peludos sujetando su cabeza y gimiendo .
Abandonó el camino. Desde lo alto pudo ver el poblado de los trols arrasado . En medio de sus tierras fangosas estaban instalando una torre de prospección petrolífera. Vio un bulldozer arrastrando cadáveres de trols para echarlos a una zanja.
El gnomo se dio la vuelta. Cogió ramas secas por el camino. Buscó supervivientes y reconstruyeron el poblado. Secó y guardó las setas.

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