jueves, 15 de marzo de 2012

LA MUJER EXCEPCIONAL

La mujer que entraba por el pasillo de endoscopias era una mujer excepcional. Alta, de tez pálida pero tersa, rubia con melena larga disimulada por su porte. Nariz pequeña respingona, ojos verdes , labios carnosos, cuello largo, cintura estrecha y hombros no demasiado marcados. Los hombres la deseaban. Las mujeres la envidiaban y escrutaban en busca de algún defecto. Preguntó y le indicaron el lugar de su cita: una colonoscopia en la sala dos.
 La auxiliar la invitó a pasar al cuarto donde debía quitarse todo de cintura hacia abajo y ponerse un pijama. Dentro la esperaba el endoscopista, Gonzalo, a quien todos se apresuraron a envidiar.
 La chica salió del cuarto con el pijama abierto por detrás . Unas gafas negras de concha ancha cubrían sus ojos. Se tumbó. “Soy el Dr Gonzalo Antón y le voy a hacer una colonoscopia. ¿Qué le ocurre?” “Doctor. Tengo molestias…ahí abajo” respondió sin quitarse las gafas. Gonzalo se enfundó el guante. Separó las nalgas y cuando iba explorar el recto con su índice apreció algo extraño. Donde debía estar el ano había un ojo, o él veía un ojo y el ojo le veía él. Un ojo verde esmeralda muy claro y muy transparente con la conjuntiva algo irritada seguramente por las irrigaciones. ¿Y qué hace un endoscopista neófito cuando ve un ojo donde espera encontrar un ano? Soltó las nalgas. Se incorporó. Parpadeó. Miró alrededor para comprobar que no estaba mareado y volvió a mirar, y el ojo le volvió a mirar a él. Necesitaba un experto y llamó al enorme Dr Molina.
 El Dr Molina llegó renqueando con su muleta. Levantó a la auxiliar de su asiento para sentarse él. Gonzalo le dijo simplemente que no podía canular. El Dr Molina separó la nalga, miró y sentenció “Es una almorrana”. Enfundó su dedo enorme y lo introdujo en lo que él creía una almorrana. La muchacha se quejó, y un reguero de gotas transparentes empapó la sábana. El doctor siguió empujando y Gonzalo temió que fuese a enuclear un ojo tan hermoso si seguía así. La chica gritaba de dolor. Bajo la nalga apoyada había ya un rodal húmedo de lágrimas.”No puedo reducir la almorrana. Llama al anestesista que le ponga Propofol” Con el concurso del anestesista el ojo parpadeó como un aleteo de una mariposa y se cerró. Gonzalo le dio las gracias al Dr Molina y le dijo que él seguiría. El Doctor Molina abandonó la sala. Gonzalo buscó un ano, pero sólo veía el ojo dormido. Pascuala la auxiliar, le sugirió que si no había agujeros, que usase el gastroscopio pediátrico para ver el lacrimal. Gonzalo así lo hizo y vio que en el lacrimal había un grano de uva que lo obstruía. Lo retiró y culminó la prueba. 
Hizo el informe sin fotos como un veterano: Asa rígida. Exploración incompleta. Se recomienda comer uva sin pepitas.
La bellísima muchacha pasó al despertar. Una vez vestida volvió a preguntar a Gonzalo por su mal. Gonzalo miró al cielo con gesto de niño inocente le dijo que era muy difícil de explicar, pero que tenía el tratamiento. 
Nadie comprendió por qué le prescribió un colirio y lágrimas artificiales. El tratamiento fue muy eficaz.

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