martes, 13 de marzo de 2012

LA FAMA CUESTA

Elena,cuando ayer te pregunté si habías ido a ver la historia clínica que habías pedido para el artículo no pretendía que lo hicieses inmediatamente."Tengo guardia, cuando se despeje me acerco a ver si las han dejado en la sala de lectura".
La guardia ha sido espesa. El selene se cuelga con frecuencia. Los análisis no han venido con fluidez. la noche ha llegado sin darte cuenta y no habías podido verla.
Casi a las tres de la madrugada el primer turno tenía todo el trabajo hecho."Isica te vienes a coger una historia a la sala de lectura""Ya voy""¡Isa cúbreme en el triaje que tengo que ir al baño!"
Has tenido que salir sola por el pasillo de urgencias donde los neurocirujanos aun no habían terminado con un accidentado. Has tomado a la izquierda las escaleras. A cada peldaño el silencio era más profundo. El silencio te gusta pero cuando estás a solas con tu ordenador o con tu música, ahora no. Para romperlo golpeas con el anillo que todo el mundo piensa que es de casada el gotelé de las paredes. Esa tibia percusión te acompaña. Cruzas entre las dos filas de ascensores y a la izquierda el pasillo larguísimo cuesta abajo donde al final a la derecha aislada está la sala de lectura.
Te falta poco para llegar y tienes la sensación de que alguien te sigue. A media luz de fluorescentes. Tienes la tentación de volverte pero no quieres siquiera mirar atrás. En tu mente suenan los acordes de la sinfonía del Nuevo Mundo de Dvorak a muchos decibelios. Llegas a la puerta. Miras hacia arriba, de donde has venido. Estás sola. Hace frío. No atinas con la llave. Giras y cierras a tu espalda. Das la luz. Una nueva puerta da a la sala de lectura donde las historias se distribuyen sin orden por los anaqueles y las lejas. Está oscuro. Una respiración. Es la tuya. Un latido. Tu corazón. A la derecha el interruptor. Dos fluorescentes parpadean. Buscas la historia. Algo ha caído a tu espalda. Al fondo en la mesa de despacho los bolígrafos se desparraman por la mesa. El cubilete de loza rueda y se estrella contra el suelo. Elevas los hombros.Cierras los ojos. Te llevas las manos a los oídos. A tu izquierda una historia única cuyo número coincide con la tuya. Te agachas. La pones en la mesa. La luz se apaga. El extremo de un fluorescente sigue parpadeando. En la esquina opuesta una sombra. Se oculta detrás de un estante. No puede ser. Te vuelves. Le das a la luz. Los cuadernillos de la historia están desparramados por la mesa. Tu mente necesita a Dvorak a todo volumen. De nuevo se apaga la luz. En la misma esquina dos ojos rojos o naranjas o violetas. Corres hacia la puerta. Tropiezas y caes. Sin mirar atrás te levantas. Das un portazo y corres el largo y solitario pasillo que lleva urgencias. Isa te pregunta qué te pasa. Jadeas y pides agua.

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