viernes, 9 de marzo de 2012

ASCENSOR NÚMERO SEIS

En el ascensor número seis de pacientes y personal de la Arrixaca no quiere montar nadie. Nadie lo dice con claridad pero ocurren hechos extraños que muchos denominarían a las claras como Poltergeist. De día, cuando el ascensor comienza a marcar la planta 8 y 9, en un edificio de sólo 7 sonreímos. cuando se para de forma brusca y deja un escalón de 30 cm con la puerta entreabierta culpamos a la mecánica. Si no inicia su marcha y hay que forzar la puerta y  abrirla un poco para que se cierre de golpe nos sentimos Mc Gyver sobre todo si hay alguna muchacha a quien impresionar. Nadie se ha preguntado por qué no se enciende la luz del segundo sótano. Yo tampoco me lo había preguntado hasta ayer en mi última guardia.
Mi cabeza daba vueltas a las preocupaciones que últimamente me aturden. A las dos estaba despierto, me levanté y bajé a urgencias antes de echarme e intentar dormir. Salí al descansillo, doblé a la izquierda. A esa hora con las luces encendidas todo el hospital estaba en silencio. No recuerdo haber introducido la llave para llamar el ascensor, pero la puerta del seis se abrió delante mío. Entré. No recuerdo haber pulsado y la puerta se cerró dando un golpe seco. Las luces se apagaron. Por las rendijas se colaba un aire helado que bajó la temperatura más de diez grados y me hizo tiritar. Intentaba pulsar los botones, pero cada vez que  me acercaba un tacto helado me apartaba. Sentí alguien a mi espalda donde la puerta. No quería darme la vuelta. Quería salir. Debería estas durmiendo o atendiendo a algún enfermo. La presencia que tenía detrás me empujó, me adelantó o pasó a través  mío no lo sé. Casi caigo. La pared del fondo se tornó fosforescente entre esmeralda y grafito. No veía a nadie delante mío, pero un vaho fue empañando la luminosidad tenue del fondo. No sé si me había meado ya o si fue después. Sentía náuseas. En el vaho, de derecha  a izquierda aparecieron unos caracteres árabes que iban ligeramente hacia a bajo. El ascensor comenzó a bajar como si se hubiese desprendido de sus anclajes. Me preparé para el impacto en posición fetal en una esquina. No hubo impacto. Se encendieron las luces. Se abrió la puerta. Segundo sótano. Me tranquilizó el ruido de una camilla. Ver a un celador y a un paciente me tranquilizaría. Pero la camilla se conducía sola. Sobre ella un sudario con lo que parecía un cuerpo. Se detuvo enfrente de la puerta abierta. Me acerqué. Empezó a rodar lentamente con el chirrido de un rodamiento falto de lubricación. Caminé detrás hasta que enfrente del pasillo que conducía a anatomía patológica, la camilla y el sudario se evaporaron sin dejar rastro. Un aullido o un quejido desesperado, ruidos de rascado sobre metal . Movimientos cada vez más lentos y al final silencio. Corrí hacia los ascensores. El seis estaba abierto. Con el móvil eché una foto al texto dibujado en el fondo y me fui a urgencias, salí y por la calle me dirigí a la cafetería del maternal donde me tomé una tila.
Por la mañana en la sesión le enseñé la foto del rótulo sobre el vaho a nuestra residente Narvin. Leyó: "Todavía estaba vivo ".

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