domingo, 25 de marzo de 2012

PROPOFOL

Acabábamos de llegar al comedor cuando el cirujano pediátrico con acento andaluz se acercó a nosotros. “Tenemoh un niño con un cuerpo extraño en esófago” “¿Qué es?” “Se ha tragado un ratón “ “¿De juguete?” “No un ratonsito" En la mesa de al lado estaba Daciano el anestesita con una residente de anestesia morena de ojos profundos. “¿Cuando cumple el ayuno?” “El ratón se lo tragó anoche y después nada” “Cuando terminemos de cenar lo hacemos” “Los padres han insistío musho en que se tienen que llevar al niño ante de media noshe pa darle una medicasión” “Si no hay problemas estará”.

Era un niñito de tres años rubio y fornido. Estaba asustado en la cama rodeado por enfermeros y facultativos. Abrazaba su corderito de peluche.

Carmen y yo salimos a informar a los padres. El padre tenía el tronco encorvado casi gibado, con el cabello crespo que le nacía muy cerca de unas cejas muy pobladas. La madre muy blanca con el pelo lacio algo grasiento. Nos insistieron en la necesidad de llevarse a su hijo antes de la media noche. Vivían aislados en el campo a varios kilómetros de una pedanía del Noroeste, El Sabinar.

 El niño estaba muy entero cuando lo situaron en la camilla. Carmen colocaba en posición el endoscopio pediátrico. En el monitor de la pared, el cirujano pediátrico me mostró las radiografías. En el esófago se distinguía el esqueleto entero del ratón. La residente morena de anestesia hizo un mohín de asco.”¿Cómo es posible?” Nadie respondió.

“¿Estamos Antonio?” Daciano quería empezar. Comenzó a infundir el líquido blanco lechoso centímetro a centímetro, el propofol. El niño se relajó primero. Lo intubaron. Siguieron infundiendo. Las constates se dispararon, la frecuencia cardiaca superó los doscientos cuarenta, la tensión se fue a doscientos, el oxígeno de su sangre bajó. Daciano me hizo el gesto de que esperara. Al pequeño empezaron a salirle granitos por todo el cuerpo, de los granos salieron pelos fuertes y muy densos, sus venas se engrosaron, su nariz se acható a la vez que los labios se pronunciaron y entreabiertos dejaban ver unos grandes colmillos. En las manos las uñas se habían hecho cilíndricas.

 El niño abrió los ojos y arrancó las sujeciones de los brazos. Fue necesario el concurso de dos celadores , de un enfermero y el anestesista para reducirlo. “¡¡Suspended el propofol!!. Sevo y anectine ya” La residente de anestesia a la cabecera del enfermo había conseguido mantener el tubo en su sitio esquivando por pelos las dentelladas del niño. El efecto del propofol desaparece en cinco minutos. El niño volvió a su normalidad, quedó dormido, rubio de ojos claros como un angelito. Carmen con ayuda de la cesta sacó el ratón entero, salvo una dentellada en el cuello, sin problemas. Eran las diez cuarenta y cinco.

Todos nos mirábamos. “Daciano ¿Qué ha pasado?” Preguntó la residente. Daciano encogió los hombros.”En cuanto se despierte se lo entregáis a los padres” “Informo de este efecto secundario del propofol” “¡NO!”.

Había escuchado la conversación. Salí a informar a los padres. “¿Todo bien Doctor?” “ Sí. Tenía un ratón enterito en el esófago. Intenten que mastique bien” “Siempre le explicamos que come muy rápido, pero es muy pequeño. Tenemos prisa ¿nos lo van a dar enseguida?” “ Sí ya sale”

En el vestuario DAciano sonrió, me miró, sacudió el rostro “ Antonio no vuelvo a poner propofol en días de luna llena” “¿Tienes balas de plata?” “Sólo un crucifijo” Nos reímos

No hay comentarios: