martes, 17 de abril de 2012

ANEMIA (10) EL INTRUSO


Hasta la cripta de Vlad llegaba un fuerte olor a orina. Cuando el sol llegaba al ocaso, tras varias horas de ayuno, su olfato se agudizaba. Despertar con olor a orines fermentados, cuando tienes un olfato cien veces más sensible que el de una embarazada, no es un despertar agradable. Vlad salió de la caja. Acomodó la arena del fondo. Cerca del amanecer, cuando regrese no le gustará encontrar el fondo con grumos. La puerta blindada de lo que fue una caja de seguridad chirría al abrirse. Golpea la pared y el eco se transmite a todo el local que permanece diáfano aunque con más polvo y telarañas que cuando comenzó a habitarlo. Al acercarse a la puerta de entrada el olor aumenta. Siente algo parecido a una náusea. No obstante se acerca. El olor procede de un pequeño charco de líquido que se ha filtrado desde el exterior. Fuera hay murmullos. Nadie se mueve. Ronquidos. Abre las puertas de cristal. Levanta la persiana. En un rincón del vestíbulo que da a la calle, resguardado de la lluvia, hay un bulto.  Detrás el asfalto brilla con la luz pálida de una farola que parpadea. No es media noche pero no hay nadie: es Murcia y llueve. Bajo unos cartones una manta. Debajo de los ronquidos siente un frémito. Un humano bulle. Un cartón de vino ha derramado sus últimas gotas en la acera. El charco de orina se desliza desde muy cerca de donde debe estar la cabeza del vagabundo. Alguien ha profanado su morada.

Hiede. Le da asco rozarlo. Acerca su pie de vampiro de dedos muy largos peludos. Atrapa una bola de pelo llena de piojos y le presiona los ojos. Lo arrastra y aprieta su rostro contra el charco de orina. Cuando más aprieta más deseo tiene de aplastarlo con los dedos o contra el suelo. Desea probar su fuerza con ese alfeñique.

“Me aplastas. Déjame hijo de la gran puta” Con las manos torpes trata de golpear el pie.

Vlad lo suelta. Lo ve. Su maldad le hace dejarlo vivir. No va a beber su sangre. Su cuello está lleno de eccemas y costras resecas. Los piojos se deslizan entre los rizos. Se sienta. Vlad se pone en cuclillas en forma humana. Frente a frente. Dos humanos caídos, de la vida y de la muerte. La vida es sucia y desaliñada. La muerte luce un traje negro y una aspecto saludable. La vida se alimenta sólo de alcohol y Vlad sólo de sangre.

“Habría jurado que  me aplastabas con una garra. Alucinaciones” “Te he cogido con una garra” “Estás más loco que yo” sonrió y mostró las raíces careadas de su dentadura. Vlad exageró su sonrisa para mostrar sus colmillos “ Ahora veo unos colmillos” “ Soy un vampiro” “Estoy soñando. Voy a dormir” Cogió el cartón del vino derramado y escurrió sus últimas gotas en su boca. Hizo ademán de acostarse. Miró atrás y solo vio humo. Se acostó. Volvió a mirar y del humo surgió un murciélago de más de dos metros con alas membranosas desplegadas.” Estoy soñando” Vlad le cogió el rostro con las garras de las alas. Las uñas se clavaron “Déjame”.

Cogió su manta. Se agachó miró el vino derramado y lamió el suelo. Cogió una bolsa y se fue renqueando debajo de la lluvia. Repasó los restos de un botellón. Después buscó un rincón y pasó la noche.

Vlad esperó mujeres en las paradas de taxi para saciar su sed. Cuando se sació voló un rato bajo la lluvia y regresó a su cripta

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