viernes, 27 de abril de 2012

PARADA DE AUTOBÚS


Una mujer joven y bonita esperaba el autobús. No vestía distinto de cualquiera de los otros pasajeros de su misma edad, entre veinticinco y treinta años: vaqueros ceñidos gastados, una camiseta con escote amplio y un pañuelo palestino o similar cubriéndole el cuello,. A las siete y media se sentó en la parada. Coincidía con los niños del transporte escolar. Durante toda la mañana departió con los ancianos que se dirigían a los distintos hospitales y centros de salud del municipio. Sonreía mucho. A las once sacó un bocadillo de su bolso, se sentó y se lo comió en la marquesina.

Salí a hacer una carrera y cuando regresé pasado el mediodía regresaban los ancianos, más tarde los niños que tenían jornada continuada y ella todavía seguía allí.

“¿No se ha movido?” “No yo no me he apartado de la parada y está todo el tiempo ahí”. Abandoné la parada y me acerqué a la marquesina. “Hola” “Hola buenos días señor” sonrió. “¿Necesitas algo?” “No gracias. ¿Y usted?” “¿A qué te refieres?” “¿A qué se refería usted?” “Llevo casi toda la mañana en la parada de taxis y tú no te has movido de la marquesina” “No” “Eso no es lo más habitual” “No desde luego” “¿Te has perdido?” “No” “¿Esperas a alguien?” “No” “¿Cómo te llamas?” “María” “María si necesitas algo me lo dices. ¿vale? Estoy en la parada” “Gracias señor. Si necesita algo dígamelo usted también a mi”

De regreso a la parada mis compañeros se arremolinaron entorno a mí. “¿Qué te ha dicho?” “Nada” “Vamos no te lo calles” “No me callo nada” “ Seguro que es una pilingui” “No. Bueno, no creo” “No nos cuentas nada” “No tengo nada que contar” “Seguro que te callas algo” “Id vosotros y le preguntáis” “Ya has ido tú no tendría sentido”.

Hora de comer. Sacó otro bocadillo y un refresco. De postre una manzana. Los pasajeros le deseaban buen provecho. Ella sonreía si tenía la boca vacía e inclinaba la cabeza si masticaba. A las siete en punto de la tarde se levantó y se marchó.

El día siguiente regresó. Así de lunes a sábado ocho  semanas. Me miraba a veces, me sonreía y me saludaba girando la mano.

Un día subió al autobús. No volvió.

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