martes, 24 de abril de 2012

DIÓGENES


Hacía quizás una semana que veía al mismo anciano todas las mañanas vaciando ordenadamente las papeleras, clasificando en el suelo sus hallazgos y volviéndolos a depositar en el interior. Siempre terminaba contrariado. Unos ochenta años. Bien aseado. En su ropa no se leían los lamparones o churretes que indicaran demencia o abandono.

Me quedé mirando. Buscaba en la papelera junto a la columna de entrada. Manejaba con delicadeza los botes. Desliaba los papeles y contemplaba su contenido. Cogía los restos de alimentos en una bolsa. Y todo alineado, todo en un orden lógico, incluso al devolverlo a su lugar.

“Su compañera murió hace una semana” “¿Cómo?” “El anciano. Su compañera murió hace una semana. Desde entonces se ha trastornado. Vacía y rellena las papeleras todos los días por la mañana. Al principio le llamábamos la atención. No hacía caso y tampoco hace ningún daño” Era el guardia jurado.

Me acerqué. “Señor necesita usted algo” “No caballero. Es usted muy amable pero no necesito nada que me pueda usted dar” Me miró lo justo para no ser descortés y siguió. “No se ofenda, pero si quiere usted comer o incluso beber o fumar, estaré encantado de proporcionárselo”  “Muchas gracias. Se ve que usted es una buena persona, pero aunque parezca lo contrario no soy un pordiosero. No tengo muchas cosas, pero lo suficiente para vivir con dignidad los días que me puedan quedar. Ya está todo en su sitio. Lástima” Se levantó y comenzó a caminar hacia la siguiente. “No entiendo por qué hace usted esto. Usted no está loco y todo el mundo va a pensar que lo está” “La única persona que me importaba murió hace una semana” SE paró delante de mi. Estaba serio. “Lo siento” Se volvió y  retomó su camino. “No le entiendo” “Yo tampoco le entiendo a usted. No soy su familia. No me conoce” “Ya le conozco un poco” Sonrió. “Busco una fotografía. ¿Está satisfecho?” “La ha perdido” “La perdí hace muchos años, cuando tenía veintiuno” “Entonces es imposible que esté aquí” “Cuando regresé de permiso de la mili la conocí. Nos hicimos la foto, una foto en sepia, yo de militar, muy estirado y muy seco y ella tan bonita. La vida nos separó y nos encontramos muchos años después, con nuestras vidas hechas o deshechas, no sabría qué decirle. Nos acordamos muchas veces de aquella foto, pero ella o yo la habíamos perdido” “Aquí no la va a encontrar. Intente en redes sociales, si quiere yo le ayudo” “La foto me la va a traer” “¿Algún familiar?” “No. Bueno sí, ella” “¿Su compañera?” “La misma. Me aseguró que me la traería” Una sonrisa plana y una mirada que se elevaba ligeramente.”Y se la va a dejar en la papelera” “¿Acaso podría ser en otro lugar. Bueno sigo a ver si tengo hoy suerte. Me ha gustado conocerlo”.

Él siguió su camino. Entré. A mi espalda una voz. El anciano corría con los pies a rastras ladeando el cuerpo y con el torso encorvado. “Está aquí. La he encontrado”

Me enseñó la foto en sepia de un militar y su novia que era muy bonita.

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