domingo, 15 de abril de 2012

DIGNIDAD


Hace un par de años recibí una oferta del trabajo del Hospital San Jaime de Torrevieja. Acababa de regresar de Lorca para recaer en la Arrixaca. Después de una década me había quitado kilómetros. La oferta debía ser muy sustanciosa para ser de interés. No suelo decir a nada que no sin estudiarlo. Un miércoles me puse en carretera desde Alquerías. Hacía muchos años que no pasaba por esa carretera. El camino más recto recorre comarcales poco frecuentadas pero de un paisaje muy agradable, bosque mediterráneo y se bordea el pantano de la Pedrera. Sólo por eso el viaje merecía la pena.  No estaba muy  lejos de la costa cuando sentí algo raro en el coche. La marcha no era tan estable. Bajé la ventanilla para escuchar y percibí el flop flop de la cubierta delantera derecha reventada. No pude evitar considerarlo como un mal presagio.

Unos metros más allá detuve el coche en un arcén que me pareció suficientemente ancho. Bajé. Estudié la situación. Un problema. Una de las opciones del Audi que adquirí un año antes era la de cierre de seguridad de las ruedas. Implicaba que en algún lugar había una llave especial que permitía retirar las ruedas. Abrí el capó. Puse el gato y levanté un poco el coche antes de quitar la rueda. Volví al capó. Busqué la llave de seguridad y no la encontré. Maldije todo lo maldecible.

Me apoyé en el coche. Me fastidiaba llamar a la asistencia en ruta por un pinchazo. “Hola” alcé la mirada. “Hola” Respondí. Era una de las chicas que esperaban clientes en los arcenes de la carretera. Era una chica muy esbelta. Rubia, de botellazo seguramente, pero de ojos azules profundos . Vestía una minifalda muy corta y un top que dejaba ver sus brazos y un pecho más bien generoso que no parecía postizo. Su acento o era fingido o era una mujer del este.”¿No sabes cambiar la rueda?” Sonrió con algo de sorna. La llegada de una extraña con el coche abierto me puso a la defensiva, pero no tenía posibilidad de reaccionar ante cualquier imprevisto “ No puedo quitar la rueda porque no encuentro la llave de seguridad” “ ¿Has mirado en el maletero?” “ sí” Caminó hacia el maletero. El contoneo y sus tacones levantaban más de la cuenta las tablillas de una falda demasiado corta. Su ropa interior era roja. “Toma” Se acercó y con un pequeño giro liberó la rueda . “Gracias” Balbucí “¿Quieres algo más? Puedo ofrecerte lo que quieras” “Lo siento. Tengo una cita” “Conmigo no la vas a necesitar” “Una cita de trabajo” “Yo trabajo aquí y muy bien” “Soy médico” “ Si quieres yo puedo ser tu enfermera” Yo  estaba rojo rojo y quizás algo asustado. “Te agradezco tu ayuda. Eres muy bonita, pero no necesito nada. Te pagaré gustoso porque me has hecho un gran favor” “ Tengo dignidad. Si no trabajo no cobro” “ No quería ofenderte” “Adiós” “De veras que lo siento” Ajusté la rueda. Puse la otra en el maletero y cerré.  Ella ya estaba en su puesto sonriendo a otros conductores.

En San Jaime el gerente estaba ocupado. Fui a la cafetería y tomé un café y un botellín de agua. “Tres euros” Eché mano a la cartera y la billetera estaba vacía. Antes de salir había sacado dinero del cajero. Pagué con dinero suelto. Dejé a deber diez céntimos. Acudí a la entrevista. Como sospechaba no me interesó.

De regreso pasé por la misma glorieta. La vi. Me vio . Sonrió y me saludó. La saludé. Sonreí y seguí mi camino.