miércoles, 11 de abril de 2012

RECORTES (2)


Nunca en  los anales de las historia de la gestión sanitaria, alguien había conseguido un éxito tan rápido en términos de eficacia y eficiencia como el que se había conseguido en la Arrixaca de la mano de la Jefa de Farmacia. Reducir el gasto al veinte por ciento era algo inaudito. El exigente sistema británico NICE desplazó expertos a Murcia para comprobar incrédulos el milagro estaba ocurriendo en aquel rincón del sureste de una España al borde de la ruina. Levantaba sospechas el oscurantismo entorno a un éxito tan relevante. Personas que habían pregonado una montaña cuando habían conseguido un grano de arena ahora callaban. Cuando llegaron los auditores, las cuentas eran claras: Habían dejado de comprar medicinas. Revisaron las altas, hicieron un muestro de las curaciones milagrosas: no había duda en los diagnósticos y no había duda en los resultados. El problema vino cuando quisieron analizar el contenido de las bolsitas. La jefa de farmacia montó en cólera y se negó. “Ustedes quieren copiar nuestra patente. Cuando la tengamos preparada ya la publicaremos” Protestaron pero no se movió de su posición. Los auditores se marcharon. Mostraron sus quejas en Murcia, en España y en sus países, pero por una vez nadie les hizo caso. En época de crisis los estados y los mercados financieros estaban deseosos de milagros , no querían saber los detalles, la prima de riesgo de la deuda española había bajado a límites anteriores a la crisis, se volvía a hablar del milagro español , no había nada que saber. Ni The Times, ni Le Figaro dieron pábulo a las críticas metodológicas.

Pero nadie quiere mantener un hospital vacío. Se cerraron la mitad de las plantas, la mitad de los quirófanos. No se renovaron muchos contratos y otros de interinos estaban en la picota.

Los residentes de la Arrixaca veían su futuro negro por culpa del amarillo que tenía todo el hospital. Está muy bien que la gente se cure, pero todo tiene un grado, y a este ritmo, sin pacientes, se iban a quedar sin trabajo. La excitación, el nerviosismo se generalizó al ver el porvenir en peligro. Jose, mi residente, no dijo nada de lo que habíamos visto en la guardia. No por miedo, sino por considerar que aquello  formaba parte del secreto profesional.

Se reunieron en asamblea. Unos exigieron la vuelta a la unidosis, las pastillas y las ampollas como siempre. Otros echaron la culpa a un complot de los informáticos de Selene que habían tomado el control. Pero cuando se decidió tomar medidas, todos acordaron a propuesta de la residente de interna Adriana que, siendo médicos, resultaba muy complicado protestar por un sistema que estaba tan claramente sanando a la gente. Se concluyó que de seguir así, lo mejor era ajustar los planes de residencia dando un peso mayor a la rehabilitación y prevención que a la curación.

A los tres meses, los primeros despidos de interinos coincidieron con intensos rumores de súbitos empeoramientos y muertes terribles en muchos de los pacientes que poco antes habían experimentado una curación milagrosa.

Jose revisó las historias y localizó a uno de los pacientes. Vivía en el Palmar. El hombre de 70 años había fallecido inmerso en terribles dolores y delirios. La familia le relató que habían recibido un sobre con membrete de la Arrixaca con un papiro que contenía un contrato que debía ser firmado ydevuelto en  sobre franqueado adjunto con destino a Farmacia de la Arrixaca. El contrato exponía en sus cláusulas que, una vez recuperada la salud, debía, debidamente informado, entregar su alma con su firma. La familia no comprendió bien, habían pensado que se trataba del tan mencionado copago y tiraron el contrato con sus sobres a la basura, que dicho sea de paso comenzó a arder. De inmediato comenzó el empeoramiento, y el enfermo aterrado se negó a que le atendiesen en el hospital que antes había venerado. Murió. Jose recogió tres casos similares. Todo cuadraba. Regresó al hospital y habló con el cura Juan quien no pudo negar la evidencia. Aquello explicaba por qué la cruz cada mañana amanecía al revés.

Con la puesta de sol, se colaron en el recinto donde habíamos asistido al aquelarre. Rociaron cada rincón con agua bendita. Dejaron en la ventanas ramitas de olivo del Domingo de Ramos. Exorcizo vos, numismata, per Deum  Patrem omnipoténtem, qui fecit caelum et terram, mare et òmnia, quae in eis sunt. Omnis virtus adversàrii, omnis exércitus diàboli et omnis incùrsus, omne phantàsma sàtanae, eradicare et effugare ab is numismàtibus: ut fiant òmnibus, qui eis usùri sunt, salus mentis et còrporis : in nòmine Patris  ET Omnipotentis… El cura Juan cayó exhausto. El color amarillo empezó a disiparse. Se olía a jazmín. Las brujas no llegaron.

Al día siguiente en la Arrixaca siguió habiendo fantasmas, brujas , ángeles y demonios pero desaparecieron los saquitos de piel y se volvió a la unidosis. No hubo milagros, pero hubo alguno curación y muchos cuidados, y sobre todo, cada uno hizo con su alma lo que pudo o quiso

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