domingo, 22 de abril de 2012

OUTLET

 Había tenido un día malo. Pensó que comprar algo le haría bien antes de llegar a casa. Algo de ropa, su vestuario se había quedado anticuado. No quería algo convencional. Quería mostrar personalidad, distinción y un toque exclusivo. Podía permitírselo. Si elegía bien la prenda bien podría ser que le diese un giro a su vida. Nada de boutiques o centro comerciales. Demasiado fácil cuando pretendes algo trascendente. Se dejó guiar por el azar. Una zona de outlet. Empezaría por ahí.

Pasó una hora revolviendo entre los estantes y los montones de ropa. Una hora para un hombre es mucho tiempo de compras. Comenzaba a sentirse frustrado, y comprar por comprar no, eso sería un fracaso, renunciar a una parte quizás esencial de sí mismo. Se había desilusionado. Su ansia inicial se había desinflado, estaba casi convencido de que habría sido mejor llegarse a casa, bajar al bar y tomarse una cerveza, o leer algunas páginas del libro que llevaba a medio, o escribir unas palabras de la novela en la que estaba atascado. Salió de la última tienda. A la salida de las tiendas de outlet de firmas, en un lugar que no daba a los patios interiores sino a la calle, había un bajo comercial a medio arreglar. Vio salir grupos de jóvenes vestidos con mucho estilo, diferentes, desde perroflautas a siniestros e incluso algún mod. Mucho más jóvenes que él, pero nada tenía que perder. Se acercó. Todo era ropa de segunda mano. Sobre mesas camilla había montones sin ningún tipo de orden. El precio se debía negociar con el hindú que regentaba la tienda.

No le gustaban los montones. Le gustaba que le ofreciesen la ropa conjuntada, con sugerencias solapadas de combinaciones, sin embargo sintió que el montón que había en el centro era el suyo. Introdujo la mano y de los diversos tejidos atrapó un tejido grueso casi como lona. Tiró. Era una camisa de color beis. Cerrada por delante, con una especie de marsupio para proteger las manos del frío. Las mangas eran muy largas, para llevarlas plegadas y el cierre por detrás con correas se le antojó un poco incómodo. La miró. Era su talla. Era su prenda soñada. Se acercó al hindú que levantó un cartón y le dibujo 110 euros. Él tachó el segundo uno y el hindú aceptó. Cien euros era una ganga .

Llegó a casa. Eran las seis, su mujer no estaba. Fue a la habitación. Deslió con ansiedad el celofán de la camisa. Se quedó en calzoncillos. Las hebillas traseras no podría cerrarlas él solo. Optó por meterla como un jersey. Introdujo las mangas y sacó la cabeza. Qué calentito. Metió las mangas en el marsupio y le invadió un enorme sensación de confort. Intentó sacarlas y no podía. No recordaba haber cruzado las mangas en  equis a través del marsupio y menos atarlas a la espalda. No lo recordaba y no sabía si podría haberlo hecho. Tiró y tiró pero no conseguía soltarse. No sabía cómo pero estaba atado a su camisa. Qué tontería. Que vergüenza cuando llegase su mujer y comprobase de qué modo había quedado atrapado en una prenda. Eso si no le daba por pensar que había empezado algun morboso juego sexual y su partener le había abandonado.Daba igual. Tenía mucho calor, quería que le quitaran la camisa. No podía ver la hora pero eran las seis y media, enseguida llegaría. Pero recordó que era lunes. Tenía cena después del trabajo. No vendría hasta las doce. Intentó zafarse pero fue en vano. Se sentó en un sillón y no tuvo otra que esperar.

A las dos de la madrugada llegó su mujer medio chispada. Tocó en la cama pensando que estaba acostado. El la llamó desde la butaca " ¿Qué haces?" " Me he comprado una camisa y me he liado" " Tú eres tonto" Intentó quitarle las hebillas pero el alcohol la hacía imprecisa. " Córtala ya me estoy poniendo nervioso" "No me explico cómo te la has podido  poner. Eres un Houdini" 

Cuando consiguió liberarse. Vió los resto de su nueva camisa. En el interior identificó una marca. "Hospital Psiquiátrico Román Alberca". Comprobó que era imposible que el azar hubiese abrochado las hebillas. La tiró.

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