domingo, 15 de julio de 2012

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Una solicitud de amistad en facebook siempre es una sorpresa. Cuando hace años que  pasaste la mitad de tu vida y vives sola en un pueblo en que las relaciones se cuentan con el ábaco de los dedos de tus manos es una fiesta. Enrique Leonés. No puede ser. Sí. Es. Cierras los ojos, buscas en el lugar de honor de tus recuerdos un tanto desordenados. Entre esos pocos recuerdos que te ayudan a conciliar el sueño las noches cada vez más frecuentes de insomnio. Fue un final triste. No por lo dramático sino por lo progresivo. Terminasteis gota a gota. Os dabais perfecta cuenta de que se terminaba y no tuvisteis fuerzas o no tuvisteis ganas de restaurar vuestra relación. Se rompió. En aquel momento no lo lamentaste. Pasarías un tiempo de duelo y después alguien más se cruzaría en tu camino. No te equivocaste. Pero cada una de las relaciones posteriores las mediste con el patrón de Enrique Leonés. Eres muy racional. Sabes que aquello quedó idealizado desde la distancia, desde aquella ruptura por abandono mutuo, la perfección que te ha condicionado depende de la ausencia de un final o de la falta de una continuidad que desgaste cualquier ideal.

Enrique Leonés quiere ser tu amigo. Te recuerda después de tantos años. ¿A ti? O se trata de una búsqueda melancólica de compañeros de carrera, de colegio o correrías. Lo aceptas. Así. Sin ninguna explicación. Ya es tu amigo. Qué fácil. Se te antoja superficial. A ti que te gustaban conversar con él hasta la madrugada. Hablar de todo. Mucha política, algo de cultura, libros, y el cine. El cine es lo que te quedó de tu relación con Enrique. Una película diaria por la noche. Después de la cena. Tienes cientos pendientes de ver pero nunca más de una. Nunca te duermes. Nunca las dejas a medio. Enrique amaba el cine tanto como tú le amabas a él. Se fue a París. Tú te quedaste en Murcia. Una carta cada día, después cada semana. Cuatro visitas al año. Un año no os visteis, el mismo año que sólo os felicitasteis la Navidad. Hasta hoy. Sin rencor. Un abandono mutuo no pactado.

Le sigue gustando el cine. Puedes acceder a su  muro. Películas y películas que lee y cuelga breves reseñas. Resulta curiosa la coincidencia de vuestros gustos a pesar de la distancia y el tiempo. Anotas un par de títulos que no conoces. Se ha hecho más conservador. Buscas fotos y no hay. Tú tampoco has colgado ninguna porque no sabes. Eres neófita en la red. Un pitido y aparece un recuadro. “¡Me alegra mucho encontrarte por aquí. Bienvenida!” No comprende. Lee: Enrique está escribiendo “Yo también me alegro”. Enrique está escribiendo “Te he echado mucho de menos” Va a escribir que ella también, pero no lo hace porque no está segura de que un recuerdo sea lo mismo que una añoranza. Por fin escribe. “Ha sido una sorpresa” “No te digo para mí. Deberíamos vernos. Tenemos tantas cosas que contarnos” Piensa. Se agolpan en sus dedos treinta años de pensamiento, de ideas, de reproches, de dudas, de lamentos por unos meses sublimes. “El sábado voy a Murcia. Si quieres nos vemos a la una en La Tapa de la plaza de las Flores. Si estás a gusto te invitaré a comer después. Me voy a dormir. Hasta el sábado. Llevaré un sombrero blanco Panamá” Enrique no está disponible pero le puede mandar un mensaje. SE ha ido sin dar opción a un no. No ha cambiado. El sábado.

El sábado a las 12:45 deja el coche en el parking de la Glorieta. Hace calor. De camino a la Plaza de las Flores. Se mira en los escaparates. Ha cambiado. Hasta ahora el tiempo había pasado día a día. Se gusta como es pero ha cambiado. Un sombrero Panamá un detalle de elegancia en una Murcia que en Julio se achicharra. Se vuelve a mirar. Le viene su imagen de juventud, reflejada en esos mismos escaparates ocupados por otros comercios. Comienza a sudar. Hace calor pero sabe que no es el calor. Se detiene y se mira. Mira adentro sus recuerdos. Se da la vuelta. Coge el coche y se va a casa. Por la noche intenta dormir con una imagen de su reflejo de hoy junto a un hombre con la planta de Sean Connery paseando por la ciudad conversando y sonriendo. No puede dormir. No quiere volver al ordenador pero no se puede resistir. Abre facebook. No hay nuevos mensajes. Abre su lista de amigos y Enrique no está.

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