martes, 10 de julio de 2012

TANGO


El mar. El arrullo de las olas que se deslizan centímetros por una orilla rocosa. La estela del reflejo de la luna que se rompe contra la borda de las barcas. Luna llena. Arriba la Torre Vigía. Abajo la Azohía. Al muelle llegan solo rumores de terrazas a punto de cerrar. El sonido de un plomo que rompe la superficie del agua. Del interior las chicharras. En el cielo estrellas. En el borde del muelle una mujer sentada. Los pies desnudos que no llegan al agua. Lleva ahí desde la puesta de sol. Le duele el culo. Las costuras de los vaqueros le han hecho marca. Los pliegues y la humedad alguna rozadura. Escuece y duele. Pero lo que más duele es estar ahí. Prometió no volver. La puesta de sol llena de promesas se hundió en la montañas. Su esperanza quedó enterrada por un manto de cenizas de vida. Ha regresado. Fue una droga. Entradas y salidas intermitentes e inconstantes. Difícil desengancharse de una adicción así. Dolor. Intenso y lancinante, dulce y destructivo como sólo puede ser el dolor de los enamorados. Le escocía haber vuelto. Le escocía la mano sin caricia, los labios sin besos, los oídos sin palabras. Ardía y algo le sorbía por dentro. Vacío denso. Ganas de huir  y la gravedad de un agujero negro se lo impedía.

“Quieres un poco de agua” “No. Gracias” Subió las pies, los apoyó en el borde y se abrazó a sus rodillas “Llevas mucho rato aquí. Horas” “¿Cómo lo sabes?” “Te he visto desde allí” “¿El Antípodas Tavern?” “Es un sitio  muy interesante” “Sí. Si estuviese en otro lugar habría que pegarse por conseguir una mesa” “No te gusta. Te pones triste” “Me gusta mucho. Pero los lugares y los hechos no son fáciles de separar” “Pero el tiempo todo lo pisa y los remodela” “Pero el tiempo es lento” “Según” “Eso es cierto. Como ves no estoy de mucho humor” “Me  gusta como estás. Según yo lo veo sería imposible una pose mejor para este  momento y este lugar” “Si tú lo dices” “Es cierto y soy un poco artista. ¿Puedo sentarme?” “Sí pero te vas a manchar, llevas pantalones claros y aquí hay óxido de las cadenas” “¿quieres romper la magia?” “Eres tozudo” “He encontrado mi momento aquí. Déjame disfrutarlo contigo” “Ves te has manchado” “¡Eh! ¡La magia!” Se tumba. “Jaja ja. Te estás poniendo hecho un Cristo. Si pensabas ir de copas a algún lugar elegante no te van a dejar entrar.” Da un salto y se pone en pie no es muy alto pero su figura es muy estilizada. Se quita los mocasines. Da un salto mortal y se zambulle. “Estás loco” “Ven” “No. Bueno voy”. Cuando sale a la superficie. Se encuentra enfrente el rostro anguloso del hombre. La luna se refleja en unos ojos claros tal vez grises. Juegan y ríen. Salen. Las ropas de adhieren a la figura de ambos. No paran de reír. Un pescador protesta por el barullo. Al fondo desde el Antípodas se oye la voz de Gardel en el día que me quieras “Baila conmigo” “No sé bailar tangos” “Déjate que yo te llevo” “Pero tú bailas muy bien” “He tomado unas clases, pero contigo es fácil”.

“¡Samuel! Venite vos sos boludo. Mañana tenemos que trabajar” “Concha tu madre. Vos no ves que estoy con una señora” “Venite” “¿Quién es?” “ Mi amigo y representante.” “¿Dónde trabajas?” “En muchos sitios, mañana por la noche bailo en Cartagena en la Mar de Músicas” “Ahora te doy unas entradas y nos vemos mañana si quieres” “¿Hemos terminado por hoy? Vivo cerca. Si quieres puedes cambiarte en mi casa” “No me vendrá mal entrar en calor. Estás muy bonita con el pelo mojado” “¡Vos vas a ser  mi ruina!” “Nos veremos a la hora de comer Vincenzo. Vamos”

Los oídos, las manos  y finalmente los labios ya no le duelen.

No hay comentarios: