lunes, 18 de septiembre de 2017

BORDADO

"Y el valor de los depósitos es de trescientos euros" "¡¡Qué!!" "Trescientos euros netos" "¿Y las fincas, y las tierras y los depósitos de mi difunta tía" "Es lo que hay. Y ha dejado un sobre para usted" "Sabía que debía haber algo más. Mi tía y yo éramos íntimas"  Abrió el sobre. Sacó una cuartilla holandesa. Su tía tenía una buena caligrafía y llegó a su lecho de muerte con un pulso firme.

No te he dejado deudas sobrina. Por pelos. Si llego a vivir unos meses más, no sé qué habría sido de mi. Pero el dinero está. Bien invertido. La mejor inversión que nunca he hecho. Toda mi vida he sido camarera de la Virgen. He vestido el busto, le he puesto sus mantones, sus coronas y sus joyas. Era mi ilusión darle un manto que le hiciese el honor a una virgen tan bella. Aun ahora escribiendo estas palabras me emociono. Sé que tú, aunque no eres de mucha fe como tu madre, entenderás mi decisión. Cuantas veces dijiste que no es justa la desigualdad de la sociedad, que las personas nacemos iguales e iguales oportunidades hemos de tener. He muerto y no te dejo nada pero no te dejo deudas. En una tarjeta en el fondo del sobre están las señas del taller de bordado de la virgen. Te ruego que lo recojas y lo traigas a la iglesia. Es un manto muy especial.Trátalo con mucho cuidado.

"Vieja zorra. Vieja puta. Puta vieja." "¿Dice algo señora?" "Trescientos euros. Buenos son. Deme que firme" " Ahí lo tiene" . Esa misma tarde. Se dirigió a Lorca. Preguntó por la dirección donde debía recoger el bordado y nadie lo conocía. Una anciana bordadora del taller del Paso Blanco recordaba una antigua bordadora que vivió en una casa aislada en la pedanía de la Paca pero de eso hacía muchos años. Hacía rato que había oscurecido pero decidió coger la carretera de La Paca. Preguntó en un bar.  Le señalaron un camino. Diez kilómetros de pista en la Sierra del Gigante. Había perdido la costumbre de conducir sin luz. El viento sacudía el vehículo. Un caserío. Una luz oscilante. Una vela. Se acercó. Un perro ladró tirando de la cadena que parecía quebrarse. Cuando bajó del coche el pastor alemán se tumbó y comenzó a agitar la cola en círculos. La miró relajado. Avanzó. El aire ululaba entre los pinos. Tocó la aldaba de la puerta. unos pasos irregulares, alguien se acercaba cojeando. La puerta se abrió. Nadie la recibió. Los pasos renqueantes se alejaban. Los siguió.  La vela formaba una esfera de luz. La anciana se detuvo. La esperó. Cuando se acercó le tomó la mano y le señaló. allí estaba el manto. "Acabo de terminarlo. Se lo puede usted llevar. Está pagado" Blanco y negro plata y oro blanco. En medio dos ojos verdes enormes. Reales, tan reales que parecía cansados. Nunca había visto algo tan hermoso. Estaba cansada, por la emoción, por el disgusto, por la frustración, por los kilómetros, habría aceptado cualquier oferta para pernoctar, pero la anciana le señaló la puerta, no esbozó ninguna invitación. Colocó el manto en el asiento trasero. Los ojos estaban entornados. Condujo. arrancó el coche. Miró atrás. La vela se había apagado. NO sólo eso. La casa estaba en ruinas. Condujo hasta Lorca. Llegó a casa de madrugada. A las siete abría la iglesia. Entró. Pasó a la sacristía." Señor cura mi tía dejó esto para la virgen. Se lo entrego" "Qué ojos tan bonitos. Me recuerdan a los de su tía de joven" "Sí" "Quiere desayunar" "Me marcho no he dormido en toda la noche" "Aunque no tengo fe, le diré una cosa. Me parece que esos ojos se mueven" "Quizás tiene usted más fe de lo que confiesa" "No creo padre" "VAya usted con Dios. Mañana la sacaremos en procesión en honor de su tía. Si quiere venir"

Fue. No quiso participar. Pero detrás de una columna vio desfilar a la virgen con el manto radiante. Y los ojos miraban. Miraban desde la espalda de la virgen. Se acercó. Una pareja de muchachos se burlaban de un retrasado y los ojos del manto se fijaron en ellos. Les hizo avergonzarse. Cuando alguno criticaba, los ojos fijos le obligaban al silencio. Cuando terminó la procesión dejaron a la virgen en su hornacina y el manto, según la orden de la muerta quedó expuesto con los ojos enormes vigilando a todos los feligreses.

Su tía perdió a una hija. Se equivocó y las críticas del pueblo terminaron de acabar con ella. Ella sólo tuvo que consumar la muerte que había sufrido. Muchos años su tía lamentó no haber impedido las críticas y las burlas.Pareció olvidar, pero una madre nunca, ni en la vida ni en la muerte puede olvidar. No descansaría en paz, pero evitaría que otros sufriesen lo que sufrió su hija por las habladurías.

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