martes, 29 de mayo de 2012

AGRESION

“Oiga ¿qué falta para que atiendan a mi padre?”. Un hombre joven entra en el pasillo de urgencias de la Arrixaca. Trata de ser educado pero está alterado. En sus ojos hay el brillo del cazador. Quizás hay el brillo de algo más.

“Señor hay mucha gente esperando” “Mi madre lleva dos horas sin que nadie la vea” “¿La han visto en el triaje?” “¿Eso qué es?” “La sala número uno” “¿Un sudaca?” “ Se llama Héctor” “Un sudaca de mierda y a mi madre tienen que verla ya” “Señor espere fuera o llamo a seguridad” “Me va a tocar los huevos” Dispara el puño. El residente sale despedido contra el mostrador. Un enfermero corpulento se pone en medio. El residente alto y delgado, se toca la nariz. Está noqueado. Sangra por las dos fosas nasales. Cuando se espabila. Tiene algo en la boca. Escupe. Son dos dientes. Se toca. Los dos incisivos superiores han volado. Le dan una gasa. Los guarda y se los mete en el bolsillo.

“Vete a casa. El jefe de la guardia pondrá una denuncia. Ahora te curan y te vas a casa” Está avergonzado. Lo ha noqueado un hombre menos corpulento. Es un hombre. Joven. Inteligente pero un hombre. Había mujeres delante. Alguna de ellas le interesa. Y lo han noqueado. Trata de ser racional. A ella no le va a importar. Pero ¿Y si le importa?. No se va a casa. Se va a quedar a terminar su guardia. Va a escribir una página épica dentro de una historia aburrida y desabrida como es una guardia de urgencias de hospital. “NO me voy” “Estás loco” “Que no me voy. Dadme unos segundos y sigo” “Te he dicho que te vayas” “No me voy . Es mi decisión” El coordinador lo entiende. “De todos modos si cambias de opinión sabes que no hay ningún problema” Lo sabe. Resopla satisfecho. Al expulsar el aire se conduele.

A lo largo de la noche es el centro de la conversación. Trata de ser modesto pero le satisface. Quizás no ha sido tan malo. Ella lo ha mirado distinto. Los ojos se le están hinchando.

Pasa claramente de la medianoche. Los integrantes de su turno se retiran a sus habitaciones. Deja los bolígrafos, el fonendoscopio, su libreta , la cartera y algún libro de bolsillo desperdigados por la pequeña mesilla. En una gasa aparecen sus dos dientes. Casi lo había olvidado. Se roza los huecos. Mellado. Una sonrisa arruinada hasta que la restaure. Siente un poco de congoja. Echa de menos el punto de violencia que le habría llevado a golpear a aquel tipo. Deja la gasa en la mesilla con las dos reliquias ensangrentadas. Sueña despierto con que golpea a su agresor , le ve sangrar como sangra él y escupir un centenar de dientes o más . Se duerme.

Lo despierta un tintineo sobre la mesilla. A veces han robado. Enciende la linterna. Sus dientes quebrados han desaparecido. En su lugar hay dos monedas de chocolate. De nuevo el tintineo en dirección a la puerta. Un ratón huye de la habitación

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