viernes, 11 de mayo de 2012

EL CEMENTERIO JUNTO AL MAR



Camino de El Morro, a la derecha frente al mar hay un cementerio blanco. Choca ver un cementerio, un lugar de tierra, sobre el mar. Aunque iba sudando, cansado en ropa de deporte bajé a curiosear.

A las 7 de la mañana, había personas entre las lápidas acompañando a sus familiares. Estaba cansado, intenté silenciar mi respiración para no turbar el duelo de los vivos y el reposo de los muertos. En una esquina, a la sombra de la  tapia que daba al mar, una negra zahína hacía gestos de hablar o rezar. Me acerqué. A mi alrededor aparecían lápidas abiertas parcialmente. Pensé que sería algo relacionado con el vudú que se practicaba en algunos lugares del Caribe.

“Señol lleve cuidado o se va a cael”. Me habló la mujer cuando estuve a punto de tropezar en un lápida “¿Por qué dejan las lápidas abiertas?” “ Eh una historia muy lalga” “No tengo prisa” “Yo sí pelo si quiere se la voy a contal” Me senté en la misma lápida donde estuve a punto de tropezar.”Hase muchos años. Cuando los españoles todavía eran los amos. Los marineros del pueblo salieron al mar. Era un día de Setiembre. El día era muy bueno. Zarparon antes que el sol saliera y no regresaron más” “¿Qué pasó?” “Una tormenta enorme, unhuracán inesperado se llevó a barcos y tripulantes al fondo del mar. ¿Ha oído hablar del mar fosforescente?” “Sí me habría gustado hacer esa excursión, dicen que es el plancton quien produce ese fenómeno” “ Eso dicen los europeos, pero nosotros sabemos que son los marineros muertos en el mar que esperan que un nuevo huracán los devuelva a tierra” Me dejó con ganas de hacer la excusión nocturna en kayak “Pero las tumbas abiertas”  “Una criolla recien casada despidió esa mañana a su marido español en un buque con destino a España. El barco también naufragó. Muchos restos del naufragio aparecieron en las costas, pero tripulantes ninguno. Los meses siguientes, la luz del mar aumentó. Algunos cuentan que al navegar sobre esos fondos iluminados se oyen quejidos. La criollita acudió a la playa y encontró un baulito con el diario de su enamorado. Leyó palabras muy tiernas. No se pudo enterrar a muertos que no aparecieron, pero las familias, deseosas de acudir a llorar a sus muertos, fueron poniendo lápidas y cruces para recordarlos. La criollita también preparó una fosa pero se negó a cerrarla y dejó la lápida afirmada en un lateral. Cada día acudía al cementerio sin lágrimas. Estaba demacrada y flaca. Su mamá se fue a vivir con ella pero no consiguió aliviar su tristeza. En noviembre la muchachita era una sombra ojerosa. Los niños se callaban a su paso. Todos estaban convencidos de que acabaría por ocupar la fosa que había dejado abierta” Sudaba, movía la lengua pastosa. Le ofrecí mi bebida isotónica que aceptó.

“Y pasó setiembre y octubre en un pueblo sin hombres. A mediados de noviembre amaneció otro día radiante, pero alguien se dio cuenta de que las ranitas coquí no cantaban como el día del gran huracán. Los pocos barcos que quedaban no salieron. La criollita estaba muy nerviosa. Su mamá veía desparecer sus últimos restos de cordura si antes no perdía la vida. A medianoche comenzó el viento. La criollita escapó de la vigilancia de su mamá y subió la cuesta desde la catedral y después bajó al cementerio. Casi no se podía mover con el viento. Entró en el cementerio se sentó junto a la tumba vacía. Cuando el huracán llegó a su máximo, cuando el silbido rompía los tímpanos y la lluvia caída dolía. Una sombra saltó la tapia del cementerio. La criollita lo miró. Me da otro poquito de esa bebida” “Tómela toda”

“La mañana siguiente, la mamá de la niñita se dio cuenta de la desaparición de su hija. Nadie la había visto. Pensaron en un suicidio. Buscaron en todos los acantilados de alrededor del morro, pero con una aire tan intenso, el cadáver habría pasado a iluminar los fondos. Alguien entró al cementerio. No había nadie, pero la lápida que la criollita había querido dejar abierta estaba tapada. Olía muy mal alrededor. Pidieron permiso a la mamá, al  párroco y al gobernador para abrirla. Nadie se opuso, el olor era insufrible. En el fondo encontraron a la criollita tendida más bonita que en ninguno de los últimos meses, con la cabeza reclinada sobre el hombro de un cadáver sin ojos de vientre hinchado, pero con un anillo de casado igual que el de la criollita. Desde entonces, todas las familias que tienen desaparecidos en el mar dejan las lápidas abiertas por si deciden regresar desde el mar fosforescente” “Gracias señora” “ Gracias a usted por su refresco”

En el hotel me crucé con uno de mis compañeros. “ Antonio esta noche vamos a navegar con kayak por el mar fosforescente” “Creo que me quedaré aquí”. Las ranas coquí silbaban

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