miércoles, 23 de mayo de 2012

UN MAL AFEITADO


Ayer salí de casa con mucho sueño. Trabajo mucho. Por la mañana y por la tarde. Tengo la sensación de que la vida se me pasa muy deprisa. Me gusta hacer muchas cosas. Leo. Escribo. Corro para prepararme para una maratón en Abril. Además es primavera y la primavera nos pone raros. O a mí me pone raro. Vamos, un día normal.

En el garaje me senté en el coche, miré el retrovisor para sacarlo del parking y me gusté. Me vi como siempre pero me encontré atractivo. Lo digo como lo sentí. Moreno. Pelo negro y ojos claros. Un ejemplar mediterráneo perfecto si fuese algo más alto. Muchos de mis amigos y amigas son ejemplares mediterráneos bellísimos. No entendía como no me había dado cuenta antes de que si los hombres y mujeres meditérraneos europeos de Italia a Andalucía no existiesen el género humano quedaría cojo. La cultura del mundo quedaría en nada. Era muy afortunado de pertenecer a ese grupo.

Ya en la calle tengo que rodear el pueblo para coger el camino que me lleva a mi tabajo. Me crucé a diez personas: ecuatorianos, bolivianos, magrebíes y un chino. Me enfadé muchísimo esos cuerpos podía llegar a mezclar su sangre con hijos del pueblo. Qué horror. Cuando tomé la última rotonda, un chico de unos quince años iba camino del instituto. Sus andares lo delataban: Mariconazo. Estuve a punto de gritarle por la ventanilla pero me contuve.

Me picaba mucho debajo de la nariz. En la consulta, con mi residente el Dr Antón, me di cuenta de que no me había afeitado el bigote. Yo creía que sí, pero el tacto no engañaba. Me acerqué al baño y  me había dejado una bandita de pelillos debajo de la nariz. Me gustaba a mi mismo. El bigote podía ser un accidente afortunado, pero mi pelo parecía demasiado encrespado, quizás  un poco negroide. ¡Qué horror! Me ausenté de la consulta y en la librería de la entrada del hospital donde venden de todo compré una gomina y me hice una raya pronunciada en el lado derecho con el pelo bien liso. Me encantaba. Muy bien. Debía evitar sonreír, y si lo hacía con un rostro de tristeza. Me puse una bata nueva perfectamente plisada. Uniformidad, Imprescindible.

Haberme dejado el bigote podía ser una señal de demencia, sí, pero me quedaba muy bien. Un destino afortunado

La consulta terminó. En el ordenador entré en youtube. Comencé a escuchar con deleite La Cabalgata de las Valkirias sobre las imágenes de Apocalipse Now donde masacraban a los amarillos desde los helicópteros. Wagner ¡qué maravilla!. Se me erizaban los pelillos de los brazos.

Cuando bien entrada la tarde llegué a casa con mi raya a la derecha , el pelo engominado, y el bigote que había crecido a la velocidad que lo hubiese hecho en una semana, comencé  a hacer gimnasia, para estilizar el legado de mi cuerpo.

 Poco después llegó mi hija.“Papá vas hecho un asco con todo el pelo engominado y esa mierda de bigote”

Mi hijo de 16 años me saludó con la mano alzada y después se carcajeó.

Me miré a le espejo y vi un asco de persona. Un pequeño Hitler. Pasé al baño me afeité insistiendo en el bigote. Me duché un buen rato.

El bigote no ha vuelto a crecer. Estoy contento. Con un afeitado bien apurado puedo haber evitado una nueva guerra mundial.

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