domingo, 27 de mayo de 2012

DESAPARECIDO


“Señora deje de llorar y ayúdeme si quiere que encontremos a su marido. Dice usted que ese sábado cuando salió a correr empleó más tiempo en despedirse de sus hijos” “Sí. Normalmente de madrugada sólo cierra la puerta de los niños y se va. El sábado entró a arroparlos. Y tardó en salir de cada habitación. No mucho pero sí más de lo normal” “ Tome un clínex”.

Siempre se despertaba antes que sonase el despertador. Esperaba. Un instante antes de la alarma, la desconectaba. Tocaba una tirada larga de dieciocho kilómetros. Terreno llamo, la mota del río. Sentado en la cama miró el dorso de sus manos. Las giró. Vio sus pies desnudos. Se encontró extraño. Supo que era su último día. Era la hora. Miró atrás a su compañera que le dijo que cerrase la puerta de los niños y se dio la vuelta. Pasó a la habitación de cada uno de sus hijos. Los arropó y los besó. Les susurró a cada uno un adiós. Se detuvo en la puerta de la habitación de cada uno. Una última mirada y cerró. Le apeteció desayunar. Tostadas. Tomate. Aceite y sal. Sabía que era un último deseo.

“Inspector ¿Han averiguado algo?” “Con los datos de las zapatillas, hemos seguido las pisadas hasta el kilómetro siete. Ahí los dos pies se ponen en paralelo y abruptamente desaparecen” “¿Le han secuestrado?” “No por la fuerza. Se habría resistido. Habría pisadas incompletas o pataleo. Salvo que le hubiesen enlazado desde arriba desde un helicóptero, que alguien habría oído en la zona”

Ajustó los calzoncillos, estiró los calcetines, se puso vaselina en los pezones para evitar rozaduras en un trayecto largo que sabía que no iba a terminar. En la calle estiró como siempre. Comenzó a trotar. No estaba alegre ni triste al recorrer por última vez cada uno de aquellos pasos. Los clientes fumadores de la ventana del bar tampoco lo miraron distinto.

“Hay un carril bici. A esa hora pasa mucha gente” “En ese momento se abatió un banco de niebla sobre el cauce del río y su ribera” “¿Nadie vio nada?” “ Un ciclista llamó ayer e insistió en que no le tomáramos por loco, pero justo a la hora en que calculamos que desapareció, levantó la niebla, tan rápido como había caído, pasó al lado de una nube de mosquitos con forma y movimientos humanos. Ni siquiera se asustó. Lo tomó como un azar de la naturaleza. Se detuvo a unos metros. Miró atrás y ya no había nada”

Abandonó el pueblo sin mirar atrás. Trotó por la arena suelta después de varios días de calor. Le dolían las articulaciones con el esfuerzo. Poco a poco sus movimientos comenzaron a engranarse y los metros transcurrían con facilidad. Hacía calor cuando cayó la niebla espesa y fresca. En el cielo la figura del sol como en una eclipse y las ovillos de nubes que se deslizaban con la brisa de la mañana. Llegaba al lugar. Se detuvo en medio de la niebla. Salió el sol. Hacia él venía un ciclista. Lo rodeó una nube compacta de mosquitos de un zumbido que más parecía un tintineo. Vio reflejos tornasolados. Reflejos y tintineos  cada vez más débiles hasta que ya no vio ni oyó nada.

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