martes, 15 de mayo de 2012

UN PAÑUELO


“Oiga . No se vengue de  mí. Mi hijo no tiene la culpa de nada” “Señora no sé de qué me habla. Yo hago mi trabajo siempre lo mejor que puedo”.

Me acordaba. Nunca olvido.

“Si le ofendí le pido perdón. Pero mi hijo no tiene la culpa”

Cuando regresas de un viaje transoceánico estás cansado. El viaje en sí. Has dormido poco e incómodo en el avión. Si has tomado algún hipnótico para inducir el sueño tienes resaca. Te sientes sucio después de tanta hora vestido. Si debes hacer un enlace, debes esperar a veces horas en el aeropuerto, y si por el contrario vas ajustado tienes que apresurarte, sudas con las prisas y se acrecienta la situación de suciedad. Es una sensación similar a la de un ejército de retirada. Pasada la euforia de la batalla, sólo notas la falta de fuerzas.

“Le he dicho que se tranquilice” “Se lo ruego” “Vaya a la sala de espera al fondo y cuando acabemos la informamos. Gracias”

Sabía que me acordaba. En cuanto llamamos al muchacho que era su hijo a la sala de endoscopias la reconocí. No iba uniformada, pero no olvido una cara, y menos aun una cara que me ha hecho pasar un mal rato. Su mirada triste e inquisitiva. El halo de tristeza como un velo sobre sus ojos. La miré. Me miró. Las miradas hablan cuando uno quiere hablar pero no le iba a dar el gusto de reconocerlo. Estaba en mi terreno
.
Abrieron la puerta de embarque de Iberia destino a San Javier. Arrastraba el troley de mi equipaje de mano. Mostré mi pasaporte y la tarjeta de embarque. Una señora morena recién pasados los cincuenta puso una pegatina en  mi maleta. “¿He de dejar la maleta aquí?” “¡No. Se la lleva usted!” “No lo sabía” “¡Eso faltaba que llevásemos nosotros las maletas!¡Qué se habrá creído!” Hablaba en voz alta para que se la escuchase. Bajé la rampa deseando desaparecer. Me hizo sentir ridículo. No paraba de hablar para avergonzarme delante del resto de pasajeros.  Pensé que si al hacer la compañía de bajo coste de Iberia la metían en el ERE lo tendría bien merecido. En ese momento podría reírme yo si me gustase reírme del mal ajeno.

Después de la exploración salí. Llamé a los familiares del muchacho. Sólo estaba ella.

“Todo ha salido bien” “Gracias doctor”

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