jueves, 31 de mayo de 2012

LA PRIMA DE RIESGO


Él tenía trabajo. A fin de mes cobraba, no mucho, pero sin demoras. También tenía salud. Sus dos hijos lo querían, tenían salud y trabajo. La convivencia con su mujer era sencilla y agradable después de muchos años. No era rico. Sus necesidades y un poco más estaban cubiertas. Debería ser feliz.

Pero no. No lo era. Desde que como un virus en todas las noticias de radio o prensa se coló la prima de riesgo no podía ser feliz. No dormía. No sonreía. Había perdido el apetito. No tenía ganas de hablar. Cada vez más. Sus amigos y su familia se preocuparon.

“Me voy a quedar en la cama” Después de una noche en vela”¿Estás malo?” Nunca había faltado al trabajo. “No me voy a levantar porque el mundo es muy triste” “No estás bien” “Estoy mejor que nunca” Su mujer lloró y respetó su decisión. Cada día le rogaba que depusiese su actitud.

Liberado del mundo exterior. Sin la interrupción del sueño comenzó a estudiarse por dentro. No podía cambiar el mundo que no le gustaba, pero podía controlar su cuerpo mejor que nadie lo haya hecho. Fue fácil mantener una misma posición sin moverse un milímetro ocho horas o más. Los músculos, los huesos y los tendones no tenían mérito. Más difícil fue el control visceral. Sencillo regular los movimientos intestinales. O la producción de orina. Más complicado la respiración. Superficial y escasa hasta bajar de cinco respiraciones por minuto sin que su cerebro echase de menos el óxigeno. Lo logró. Estaba cada vez más orgulloso de sus logros. Quedaba la prueba última: El ritmo cardiaco. Cada semana bajó dos a tras pulsaciones, otras tenía una lamentable vuelta atrás y las pulsaciones remontaba. Pero fue tenaz y cada latido quedó bajo su control. Sus células se adaptaban a la falta de oxígeno, sus mitocondrias se detenían, dejaban de oxidar, era muy sencillo, parar los ciclos bioquímicos a voluntad. Había dado con el interruptor que le permitía controlar las funciones de su vida.

Su familia primero lo tomó como una locura. Después enfadados concluyeron que era un juego macabro. Luego simplemente se olvidaron de él. Se ocupaban de su aseo a la vez que limpiaban y aireaban la habitación.

“No late. No respira. Ha muerto” vino la ambulancia.”¿Cuánto tiempo lleva así?” “Meses” “¿Meses?” “Progresivamente pero meses” “ No parece tan enfermo” “Está así porque quiere” “Pues ha conseguido morir” dijo después de estudiar el trazo recto y plano del electro. El enfermero del 061 iba a taparle el rostro con la sábana “Parpadea” Volvieron a tomar registros. No respiraba. No latía. Sin embargo su sangre tenía un contenido adecuado de oxígeno y su temperatura era de treinta y seis grados. “ Así no puedo certificar la muerte. Nos vamos” Sus hijos se disgustaron. Lo sacaron de la cama. Lo apoyaron en la pared unos días. Pasaron varios años. Cambiaron la decoración de la casa. A su nuera no le gustaba el efecto que hacía el abuelo paralizado y lo subieron al trastero donde les sobrevivió a todos.

Hoy la casa está abandonada. Si entráis y veis una escultura llena de polvo. Cubierta de telarañas, seguramente es él.

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