sábado, 12 de mayo de 2012

ELCONVENTO DE SAN JUAN




“¿Qué tal vuestras habitaciones?” “La mía muy bonita pero no he podido dormir” “ Pues la mía es pequeñísisma, apenas cabe la cama para un hombretón grande como yo. Parece la habitación de la monja mala” “No digas eso que en mi habitación pasaban cosas raras” “¿Qué te ha pasado?” “La tapa del váter se movía sola” “Yo he oído otra clase de ruidos. Ja. Ja Ja.” Todos rieron, pero la afectada permaneció un poco seria.

Observé la conversación entre personas con las que no tengo mucha confianza. Intenté intervenir pero sólo escuché. Un convento colonial del siglo XVII en Puerto Rico secularizado convertido en un hotel. Por la noche al volver de la piscina, ya de madrugada entré al lavabo y mientras me lavaba los dientes no podía dejar de mirar la tapa del váter. No se movía. Me costaba caminar por la combinación de cerveza y piña colada hervidas en mi estómago dentro de un jacuzzi. No estaba seguro de no tener que volver al baño apresuradamente si  los helicópteros decidían venir a mi habitación.

Apagué la luz. No me atrevía a entornar los ojos con el miedo de que el mundo empezase a girar. . Tuve la certeza de una presencia. Cerré los ojos. Prefería no ver nada. Concentré mi escucha en la tapa del váter. Juraría que había algo a mis pies. Sentí frío. Era una presencia tranquila. Ruidos en el baño a mi izquierda. La puerta estaba abierta. Abrí los ojos. Estaban hurgando en mi neceser. Con delicadeza, sin prisa, pero el desodorante rodaba sobre la crema de afeitar y el masaje aftersave. Miré. Sudaba. La  cortinilla se movía sin que hubiese aire. En el espejo del fondo había un reflejo que oscilaba y no había luna. No sé cuando me dormí. Por la mañana todo estaba en orden.

“Estoy cansada esta noche de nuevo ha sonado la tapa del váter y he oído como me registraban  en mis perfumes. He encendido la luz y no había nadie en la habitación. Este calor me va a volver loca” “ A mí también me ha pasado. Nos estamos obsesionando”. Yo no comenté nada.

Antes de salir de excursión, subí a la habitación. Dentro estaba una mulata rechoncha muy joven que estaba terminando de acondicionarla. “Perdone tengo que entrar al baño” “Pase usted yo ya terminé” “¿Le puedo hacer una pregunta?” “A su ólden” “En el hotel pasa algo raro” “Eso tiene que desilo en la resepsion” “¿Aquí hay fantasmas?” “Señol yo eso no se lo puedo desil” “Aquí hay fantasmas. No se lo diré a nadie. Por favor” Cerró la puerta tras de sí. Entornó el ventanal. “Es el fantasma de sor Leonol pero no se preocupe. Es un espíritu juguetón pero bondadoso. Trae buena foltuna a quien se le apalese” “¿Doña Leonor?” “Sol leonol fue recluida en el convento con quinse años. Tuvo un amigo que no gustó a su papá, un comelsiante muy rico de San Juan. Era una mujel muy alegre. La abadesa era una mujel amalgada, peol que un mal homble. Un día pilló a sol Leonol con el cabello suelto , mirándose en un chalquito del suelo y poniéndose bonita con unos polvos blancos. Le coltó todo el pelo. Le restlegó el rostro con barro y la condujo a una dependensia del convento que sólo ella conosía. Pol  la noche la abadesa murió. El cólera. Se llevaron pol fuelzs a las monjas, pelo nadie se acoldó de que sol Leonol estaba presa hasta sinco días después, cuando la encontraron muerta de sed y de calol. Desde que hicieron el hotel le encanta curiosearlen las ropas y los perfumes de los visitantes. Habría disfrutado mucho. Pero no se lo diga a los dueños. Me despedirían. Nos exigieron el secreto”. “No se preocupe gracias”.

Hacía mucho calor y mucho bochorno. En la calle comercial aledaña. Compré un perfume de mujer. Por la noche lo puse fuera de su caja en la mesa junto al televisor. Por la noche escuché un spray. Creo que oí una risa. Por la mañana estaba abierto

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