jueves, 17 de mayo de 2012

INDIGNADA

Salir un lunes a las seis de la mañana con destino al trabajo después de un fin de semana agotador en que había gastado más de lo que tenía previsto, se había divertido menor y no había descansado nada: Deprimente. Faltaban diez días para que le ingresaran la nómina y la cuenta se tambaleaba. Los justo para cumplir , y confiaba que no surgiera ningún pago imprevisto. Había cola en la carretera. Había cola a la entrada del parking. El ascensor tardó en llegar y cuando llegó se detuvo en cada piso. En la oficina, los compañeros la llamron para ir al despacho del jefe. Una reunión imprevista. Nada bueno.

Otro cinco por ciento de reducción del sueldo o despidos de los eventuales. Las ventanas habían caído. Los impagos habían aumentado. No había otro remedio. No era una pregunta. Ya había dejado de fumar. Había dejado de salir. Con este nuevo apretón tendría que llevar cuidado con el aire acondicionado, y el curso próximo, intentaría buscar un colegio más económico para su hija. Estaba sola con su hija. No aguantaba esta caída continua  de las expectativas. Sospechaba que la engañaba el mundo, el destino, la historia.

La mañana transcurrió lenta. Quemada. Y empobrecida. Había otros peor. Ella no estaba bien. ¡Y el ambiente irrespirable. Cansada muy cansada.

A su izquierda, en la Glorieta vio gente concentrada. Pancartas. Jóvenes y viejos. Hombres y mujeres. Todos a una. Sintió curiosidad. Dejó el coche en el parking. Y salió.

El hombre que llevaba el altavoz clamaba por la redistribución de los recursos. Por la autogestión, dar a cada cual segun sus necesidades y cada uno aportar según sus posibilidades. Solidaridad. Ocupar casas vacías igual que echaban a gentes de sus casas. Acabar con la dictadura del tener y comenzar con la libertad del ser. Dar un mundo mejor a nuestros hijos. Ella quería un mundo mejor para su hija. Había que luchar por ese mundo. Ser un germen de libertad y de ilusión. Ella necesitaba tener ilusión, transmitir a su hija la ilusión que le había transmitido su madre. Llamó a casa a su madre que cuidaba de su hija. Estaba en una protesta. sentía que debía hacerlo. No iba a casa. Su madre le pidió que se cuidase.

Anocheció en asamblea. Cada uno hablaba según sus necesidades y todos intentaban plantear posibles soluciones. Se compartía la comida la bebida y se daba apoyo. Estaba en su sitio empezando un nuevo mundo. Sonrió mucho. Se le contagió la esperanza de que otro mundo era posible.

De madrugada sintió sueño. Le ofrecieron una manta y una tienda donde dormir. Durmió como hacía mucho que no había dormido.

Sintió el reflejo del sol y el agobio de la humedad en una tienda cerrada. Abrió los ojos. Estaba sola en la tienda. Qué vergüenza. Habrían empezado las actividades comunitarias sin ella. Qué descansada. NO quería perder un minuto. Quizás iría a casa a ducharse después si no le asignaban ninguna tarea. La revolución había comenzado.

Salíó de la tienda. En el exterior no había nada ni nadie. Los viandantes miraban raro una tienda improvisada en pleno centro de Murcia de la que salía una mujer.



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