martes, 23 de enero de 2018

BRONQUITIS

La gripe de este año estaba siendo pesadísima. Cuatro días en cama dolorido y cansado. Fiebre alta, postración. Y después la tos. Una tos maldita que se había atascado en sus bronquios hacía ya quince días. Con los accesos continuados de tos le dolía la cabeza, los costados y se le estaba rectivando la ciática del año anterior. Lejos de mjoerar. Llevaba tres días con accesos más repetidos de tos. y más intensos, pero la tos seguia siendo seca. Visitó al médico, miel, naranajas y fluimucil para ir soltadno las flemas. Después de comer se le repitió un nuevo acceso. No podía parar llegó a sentir arcadas que casi le hacen vomitar la comida reciente. Al llegar a casa se ecnontró mejor. Quizás el tratamiento o el tiempo iban dando su efecto. Se duchó. Se metió en la cama y empezó a sentir picor en la faringe y en el velo del paladar. Irresistible. Respiró. Trató de agunatar. No estaba dispuesto a que regresará otra vez. REspiró. Se metió un caramelo en la boca. Pero fue imposible. Un enorme acceso de tos que le partió la esplada. Otro más y otro y un último  más intenso con el que sintió salir algo disparado a través de la boca. Pensó en un coágulo. Quizás estaba sangrando. Quizás era más grave de lo que había pensado. Talvez el fragmento de moco o el coágulo podrían ser la clave de un diagnóstico que pudiera salvarle la vida. encendió la luz. Calculó la dirección. En la otra punta de la almohada. No era rojo. Era un pegote amarillo verdoso. Se acercó. Lo miró. Cogió un paañuelo de papel y lo pinzó. Moco. Pero a al apretarlo lo encontró duro. Quizás había aspirado algún trozo de muela o un resto de comida y lo había desprendido. Tenía unas duquesitas en casa. Desenroscó una de ellas y guardó el moco o el resto de comida. Se durmió. De madrugada. No recordaba la hora volvió a sentir picor. Desazon en el paladas. Aspiró aire y lo arrojó súbitamente en varios accesos de tos seca. En el último volvió  asentir un proyectil. Esta vez sí se espeantó al sentir en las papilas el sabor de sangre. Encendió la luz. Miró la sábana doblada sobre el edredón. un pequeño bulto de color púrpura rutilante. Sintió aprensión de cogerlo, pero el interés, o las claves que podría dar de su salud o su enfermedad le hicieron superarse. con el pañuelo lo pinzó. La celulosa se tiñó de rojo, pero el tacto seguía siendo duro.
Poco antes del amanecer se repitió el fenómeno, un nuevo coágulo con un nucleo que se le antojaba duro. El resto de la noche descansó. Por la mañana se acercó a su centro de salud para mostrar al médico de cabecera las muestras que había obtenido de sí mismo, el moco y los dos coágulos, todos duros en ele centro. El medico lo felicitó por traer unasmuestras que permitirían ir sobreseguro a su diagnóstico. NO tosió en todos el día. El día siguiente, por la mañana lo mandaron llamr con urgencias del centro de salud. Se asustó. La enfermedad ya no tenía marcha atrás por eso no querían perder tiempo. Llegó. Le hiceron esperar. Entró al despacho de su médico y allí estaban también el coordinador del centro de slaud, el gerente del área, el jefe de servicio de microbiología, el de patología y un militar uniformado de alta graduación. Su médico de cabecra lo tranquilizó. Lo que te ocurre no es grave, pero lo que te ocurre sí que es muy raro. El militar dijo gracias señores y todos lo sanitarios salieron por la puerta trasera de la consulta.
El militr se le acercó. Casi nariz con nariz y le preguntó quien le había dado esos legajos. No sabía qué eran legajos. el había entregado un trozo de moco y dos coagulos. Duros eso sí. Le explicó que tenía que colaborar que era un asunto muy serio para la humanidad. El se mostró encantado en colaborar pero no alcanzaba a averiguar en qué. Entonces el militar se lo explicó.

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