domingo, 7 de enero de 2018

EL DERRIBO

Se había llegado a derribar después de décadas. El bloque de ronda de Levante saltó la época de la especulación inmobiliaria. Algunos vecinos marcharon. A otros los desalojaron. Después vinieron los ocupas que fueron desalojados.Y ahora estaba él maquinista inexperto en su primer derribo. Mintió en su curriculum sólo tenía experiencia en carretillas elevadoras. Y lo elevó a bulldozer de doce toneladas. Y ahi estaba. En Murcia. En Ronda de Levante. Haciendo un derribo que se pude considerar histórico. Se notó su bisoñez en uno de los primeros avances, un trozo de muro cayó fuera del reciento y a punto estuvo de aplastar a un transeúnte. Y el caso es que él experto no era, pero se había visto todos los tutoriales de youtube y juraria que había actuado bien en un muro de ese tipo. Seguro. Había hecho lo que decía con claridad el tutorial. Pararon el derribo. REvisó en wikipedia y comprobó que había obrado según todos los protocolos. El muro debería haber caído hacia el interior del edificio y no a la acera de Ronda de Levante. No podía dormir. Se había esmerado y algo no había salido bien. No era su culpa. No se fiaba. Si había cualquier problema lo usarían de chivo expiatorio. Cogió una linterna y por la noche saltó a la obra. Se saltó el sello policial y subió entre cascotes. Entrar en un derribo es muy arriesgado. El problema había estado en un muro exterior del tercero. Subió la escalera peldaño al peldaño. Crujía. A cada paso le caía polvo de yeso y algún pequeño cascote. En el segundo la escalera había desaparecido. No podría llegar. Una cuerda. La ató y saltó. Se resbaló y quedó colgando. Se pensó gilipollas, pero tenía que saber la verdad. Tenía que saberlo. Los tutoriales no mienten. Consiguió retreparse y llegó al tercero. El suelo estaba en muy mal estado. Lleno de grietas y con un hueco enorme en medio. La linterna se le apagó. Si la dejaba reposar podría disfrutar de unos instantes de luz mientras la luz de la luna le permitía moverse con mucho cuidado. Se asomó por el resto del muro.  Al otro lado Ronda de Levante. Debajo el trozo de muro sobre la acera. Podía haber causado una desgracia. Miró el muro. Lo observó. Lo comparó con el de la habitación de al lado, El hueco entre los tabiques de la pared exterior era mayor en la zona del muro que habia cedido con el empuje sobre el tejado y el tabique interior más separado y más endeble. Encendió la linterna que le brindó un destello. Ropa. Se pagó. El móvil. Alumbró con la linterna el hueco entre los dos muros. Ropa de mujer. ajada y en el suelo un cráneo humano con restos de cabello. Con la linterna observó que se habían preocupado de enlucir el interior. Un trabajo meticuloso. Se reconocía líneas de raspado. Arañazos de arriba abajo en la pequeña cavidad. La habían encerrado con vida. Tomó fotos. Los destellos azules de un coche de la policía le hacen ocultarse. Baja por la escalera contigua que no ha sido derribada. SE cae dos veces entre los cascotes. Lleva el pantalón roto y una herida en la pierna. Coge la moto y se va a casa. Mira las fotos en el ordenador. No hay duda. Una mujer muerta quien sabe cuando. Ignora el motivo, pero lapidada por eso el muro no cayó como se esperaba. Se acostó.

Una semana después le avisaron al despacho de la agencia de derribos. El derribo se reanudaba. Los agentes de los bomberos y la policía judicial habían inspeccionado el edificio.  También la falsedad de su curriculum. Estaba despedido. Debía dar gracias que se había podido tapar su negligencia y así continuar el derribo y después la promoción de viviendas. Iba a replicar. A mostrar las fotos. Miró por la ventana. El edificio había sido completamente derribado. Le preguntaron si quería decir algo. Respondió que no. Se marchó.

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