jueves, 20 de septiembre de 2012

BLOQUEADO


El Kebab no sabía bien. La salsa olía agria. No tendría que haberlo probado. Estaba muy hambriento. Ahora tengo que entrar a dar la clase y no sé cuanto tiempo podré aguantar. Primero ha sido el ardor. Después los eructos. Y ahora, justo ahora los retortijones. Podría irme pero no puedo. No suponía que estudiar educación física tuviese unas salidas tan complicadas. Sin oposiciones las clases en los gimnasios son mi única oportunidad de trabajo. El Metropolitan es un gimnasio muy bueno. De momento sólo dos grupos tres veces a la semana, pero tiene gimnasios en más lugares y puedo desarrollar más actividades paralelas, quizás pueda ser entrenador personal de algún alumno. El retortijón vuelve. Hoy. El kebab de los cojones. No podía haber tomado un bocadillo. Qué dolor. Voy a sentarme porque creo que me estoy mareando. Estoy solo en el vestuario. A media mañana empezarán a llegar los alumnos. Ahora estoy solo. En cuanto me quite el pantalón me coy al baño. Si aguanto.

¡Qué alivio! Ahora mejor. Ahora sí podré aguantar la clase. El spinning es sentado. Si fuese la clase de pilates sería otra cosa. No podría soportar las contorsiones, pero la media hora del spinning sí. O eso creo. Qué dolor. Otra vez. Creía haber terminado. Tendré que esperar a levantarme. Mi tablet. ¿Dónde está mi tablet? ¿ Y mi cartera?. Me las he dejado fuera. Todas mis clases. Todas mis tarjetas afuera. No me puedo levantar. No hay nadie. No conozco todavía a la gente del gimnasio. En otros lugares hay rumores de mangantes. Aquí no lo sé. No me puedo levantar. No hay nadie. No por Dios. Viene otra vez.

Hay alguien afuera. La puerta se ha abierto. Camina. Será la limpiadora. Demasiado sigilo y no ha preguntado si había alguien. Ahora se detiene. Es el vestuario  masculino podría haber alguien desnudo. Pero no necesariamente tiene que ser una mujer. Ahora hay muchos limpiadores varones. Un hombre no tendría que anunciarse cuando llega al lugar en que hay otros hombre. Se ha detenido. Tiene que estar a la altura de mi mochila. La taquilla, está detenido enfrente de su taquilla, será un trabajador o un cliente madrugador. Pero a veces los robos domésticos los comete gente de dentro, personas insospechadas que no saben resistirse a la tentación de una tablet o no saben o no pueden evitar la emoción del riesgo de ser descubiertos tomando posesión de lo ajeno. Tienes que hacer algo. Tienes que encontrar un modo de manifestarte. Si estuviera bien podría salir. El intruso en cualquier caso no será violento no se atreverá a buscar pelea, huirá. Pero no puedo mis tripas me están matando. Ha abierto un  velcro. Ahora un cremallera. Pero no puedo gritar desde el baño. No puedo hacerlo, si hablase sentado me sentiría ridículo. Dios que puedo hacer. Me están robando en mis narices y no puedo hacer nada. Grítale. Amenázale. No puedo. Si me equivocase tendría que abandonar el trabajo. Pensarían que soy alguien desconfiado. A mí mismo me mataría la vergüenza. ¿Qué puedo hacer?. Me duele la tripa y ahora me estalla la cabeza. La cadena. Si tiro de la cadena huirá.

SE escucha el ruido de la cadena. El sonido silencia el resto de ruidos que pudiera haber fuera del baño. Cede el retortijó. Me levanto me lavo las manos y salgo. Hay un muchacho con la mochila junto a la mía. Le sonríe. “¿Usted es el nuevo profesor de spinning?” “Sí. Soy yo”

No hay comentarios: