martes, 11 de septiembre de 2012

CURTIDORES


“Pasen por favor. Entren y distribúyanse entre las distintas pilas. El olor no es agradable si alguien no lo  puede soportar que se quede fuera. De todos modos sabían que íbamos a venir y lo han limpiado para nosotros” En lo más alto de la medina de Tetuán atravesando los gremios de los recoveros, carpinteros, albañiles y fontaneros ,un giro, una puerta estrecha y el espacio se abre. Multitud de pilas de agua de distintos colores desde blanco hasta ocres se distribuyen por el espacio junto a la alcazaba como un damero multicolor. Paso y salto sobre una pelliza fresca sin tratar cubierta de moscas. La cabeza está en su lugar sin desollar , las órbitas están vacías. No hay ningún techado salvo un cuarto de dos o tres metros cuadrados donde también hay una pila llena de agua. En ella hay metido un hombre delgado que continuamente se agacha sumerge las manos en el agua, saca una pelliza ya sin pelo, la eleva sobre su cabeza y la deja con un chasquido  sobre un montón de cueros a medio tratar similares. Se agacha y vuelve a coger otra y hacer exactamente  los mismos movimientos. Cada cuero que saca nos chapotea. Nos mira sin hacer un solo gesto ni de reprobación ni de burla ni siquiera de cansancio.”Aquí se prepara de forma artesanal el cuero para nuestra artesanía. Como ven es un proceso laborioso donde el cuero se va liberando primero de impurezas y posteriormente se va tratando con sustancias que le dan la dureza y flexibilidad necesaria para hacer babuchas carteras o bolsos”. No puedo evitar mirar al hombre sumergido. Un hombre haciendo un trabajo de máquina. Lo miro y me mira. Doy dos pasos hacia atrás y piso la pelliza.  El hombre deja de golpear las pieles se lleva las manos a la cabeza y me increpa. Lo miro y noto un dolor agudo en el talón. Evito gritar para no llamar la atención porque creo que he hecho algo que no debía hacer. Me miro el lateral de la sandalia y veo sangre. El hombre me mira y mira la pelliza. Mira la pila de cueros húmedos que ha sacado del caldo sanguinolento en que se encuentran y gira la cabeza de un lado a otro. Frunce los labios. Me mira y leo en sus ojos un no ves lo que has hecho. Sólo he pisado la pelliza. Sin querer. Ya me he hecho yo daño no sé con qué. Mi pie sangra. Que la hubiesen quitado si es cierto que lo han limpiado todo para nuestra visita. No sé qué podía tener esa pelliza de especial. El hombre se volvió al agua y siguió con su trabajo. Antes de empezar apartó las pieles que ya había fuera del agua y comenzó un nuevo montón. Miró la pelliza que lo miraba y me pareció que le decía algo sin mirarla directamente a las cuencas donde estuvieron sus ojos. Me volvió a mirar con resentimiento y siguió con el nuevo montón.

Cuando salimos me acerqué al guía. “Perdone Abdul. He pisado sin querer la pelliza  que había en el suelo y el curtidor que estaba en la pileta me ha parecido que se ha molestado” “Son gente supersticiosa. Este oficio es anterior a la dominación árabe de Marruecos. Los oficios se han heredado a lo largo de generaciones y también las supersticiones. Por eso no han quitado esa pelliza cuando hemos entrado. Cuando de madrugada a las tres o cuatro de la mañana los carc
niceros les traen los fardos con las pieles, deben dejar una pelliza al sol mirando a la pileta donde empiezan a procesarlas” “La que he pisado es la de hoy” “Sí. A la puesta de sol, cuando dejan de trabajar por unas horas la piel  sigue ahí. Por la mañana sin embargo cuando regresan no está, un cordero sacrificado dicen que viene a recuperarla. Si por algún motivo la piel se mueve o desaparece, las pieles del día se perderán, hagan lo que hagan, al menos eso dicen, se pudrirán” “Por eso se ha cabreado” “No te preocupes. Se le pasará”. 

Volvimos al hotel. Al salir de la ducha mi compañera vio la sangre en mi pie. “¿Qué te ha pasado en el pie?. Estás sangrando” “Una oveja me ha mordido”

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