martes, 11 de septiembre de 2012

LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ


Cuando salieron del hotel de Tetuán hacía una noche magnífica. Algo bochornosa como corresponde al fin del verano pero con un cielo límpido. Se distribuyeron en los dos coches que les conducían a la boda de Narvin, su compañera de trabajo. Les acompañaba el guía, un hombre enjuto y muy serio pero que sin servilismo se desvivía por atenderlos. Les acompañaba también un amigo del padre de la novia que había sido el Delegado de Turismo de Tetuán. Aunque la boda estaba prevista a las ocho y media, ya les habían advertido que a esa hora no  habría nadie. A las nueve y media comenzaron el camino. El que fue delegado de turismo insistió en mostrarles una zona de la ciudad. Callejearon hasta alcanzar el mar. De repente se encontraron en medio de un mercado enorme de casi un kilómetro de longitud con tenderetes de ropa de segunda mano. El señor les informó que era ropa que procedía de España. Cáritas la vendía ahí para convertirla en dinero líquido para sus proyectos de asistencia. “¡Pare por favor, pare por lo que más quiera!” El conductor ante el alarido de la mujer se detuvo. Como los cinturones no funcionaban dos o tres pasajeros emperejilados acabaron rodando por el suelo. “Abra por favor. Abra inmediatamente” Abrió. La mujer saltó del autobús. Se cogió el vestido largo. Y de puntillas porque llevaba tacones corrió en la dirección en la que habían venido. Revolvió entre la ropa y sacó del montón un trozo de tela. Su marido corrió tras ella. Entrablaron una  negociación con el vendedor. Salió un billete de cincuenta euros y regresaron. Cuando subió al autobús, ella sudaba. Gotas negras de rímel se deslizaban mejilla abajo. La espalda del vestido de gase estaba empapada y por detrás los flecos que se habían rozado con el suelo se habían ennegrecido. Al subir al autobús el sonido del desagarro anticipó un siete enorme en la tela. A pesar del todo la mujer sonreía. Los otros viajeros la miraban. “Es mi vestido favorito. Lo perdí hace seis meses. Y lo he encontrado. Qué suerte que nos hayamos venido a este mercadillo. Desde la ventana he visto aparecer un trocito entre otro montón de ropa. Mirad qué bonito” Extendió un vestido con olor a rancio estampado de color verde chillón con mangas y atado en la cintura.

Seis meses antes el día después de otra boda la misma mujer lavó con esmero el vestido y lo tendió protegido del sol para que esos estampados tan bonitos no perdiesen un ápice de su colorido. Era un día ventoso. Era sábado. La mujer salió. El marido vio el vestido tendido. Cuanto odiaba esos estampados y ese color. Y aún odiaba más cuando ese trozo de tela que habría resultado deslucido para un mantel o para una cortina de un baño, lo vestía su mujer. Le resultaba repulsivo entrar con ella del brazo vestida con semejante atuendo. Él con traje gris y ella con verde esmeralda le hacía sentirse blanco de todas las miradas. Y era su favorito. Y estaba tendido en la terraza, protegido del sol, para que el verde chillón no se atenuase ni un píxel. Su mujer no estaba. Era su oportunidad. Pero ¿cómo?. Vio zarandearse el toldo con dos ráfagas de viento. Su oportunidad. Salió a la terraza. Lo arrancó sin quitar las pinzas. Corrió escaleras abajo. Cruzó la calle. Vio el contenedor de ropa y juguetes. Lo introdujo en el balancín lo elevó y cayó al interior. Respiró aliviado. Ella lloró mucho y muchos días después de dar por finalizada la búsqueda de lo que el viento se llevó.

Cuando llegaron al lugar de la celebración unos mozos vestidos de sarraceno les saludaron y les invitaron a entrar. Con la luz la mujer contempló el estado penoso de su maquillaje y los destrozos en su vestido. “Menos mal que he encontrado mi vestido favorito” Se metió al baño y regresó con aquel vestido puesto. Él trató de sentarse antes de que le alcanzase, pero llegó por detrás. “Mira cariño ¿A que me favorece?” “Sí cariño” Ella le cogió del brazo y recorrió el camino más largo hacia la mesa que tenía reservada. Tocaba un grupo de música andalusí muy parecida al flamenco pero más y mejor orquestada.

No hay comentarios: