sábado, 29 de septiembre de 2012

SUMILLER


“Tenemos unas perdices con fondo de chocolate y reducción de Pedro Ximénez” “Parece delicioso” “Y le recomiendo el maridaje con un Vega Sicilia único” “No se ha andado usted con fuegos de artificio” “Perdón señor, no sé a qué se refiere” “El Vega Sicilia no es un vino barato precisamente” “Sé que a usted le gusta lo mejor y es el que da la mejor combinación con el plato sin lugar a dudas, pero puedo ofrecerle otros” “Está bien. Confío en su criterio. Era un simple comentario”.

“Has estado muy seco con el sumiller cariño” “Por lo que vamos a pagar aquí, no te diré lo que tendría que hacerme para considerarlo caro” “Qué bruto eres. Ya vuelve”

Descorcha la botella. Huele el tapón y la vierte en un decantador. El vino se escurre por el vidrio antes de posarse en el fondo. El ambiente se impregna de aroma a alcohol y después a una fragancia de cereza y almizcle. “Lo dejamos reposar unos minutos y le doy a probar. Las perdices ya están tomando su temperatura” Se da la vuelta y toma de una mesa accesoria dos cucharas que parece que han raspado un poco de mantequilla, por encima unas motas dispersas de color verde o gris moho. “Tomen mientras el aperitivo de la casa. Virutas de torta del Casar, fundidas a ochenta grados y compactadas a dieciocho grados con finas hierbas. Maridaje espléndido con cerveza negra artesana de Cork. “Yo no he pedido cerveza ni aperitivo. Quiero saborear las perdices” “¿Quiere entonces que lo retire?” “usted verá” “Deje por favor el mío. Me encantará probarlo” “Gracias señora” Se retira empujando la mesa auxiliar y sin llevarse ni el vaso plano con la cerveza negra ni la torta del Casar echada a perder.

“Aquí están las perdices. Bon apetit” “Gracias” Escancia el vino en la copa de él. Él lo coge lo huele y lo deja. “Está bien” “¿No lo va a catar?” “No” El camarero hace un mohín de disgusto” “¿Le sirvo a la señorita?” “Por favor. Es suficiente. Gracias” “¿Tiene usted Casera?” “¿cómo dice el señor?” “¿Que si tiene usted Casera?” “Señor esto es un restaurante” “¿Y donde debe haber gaseosa, en una farmacia?” “Señor aquí no tenemos gaseosa” “¿Y Sprite o SEven up?” “Sprite” “Botellas pequeñas supongo” “sí señor” “Tráigame tres en una chapañera con hielo” “¿Desea algo más el señor?” “No con eso es suficiente” De vuelta a la barra el camarero hace ejercicios de relajación con la respiración y las manos. Al poco regresa con el Sprite como le ha indicado. Pone un vaso ancho en la mesa con hielo “¿Para qué es este vaso?” “Para el Sprite señor” “No hace falta, es para tomarlo con el vino. Lo mezclo en la misma copa” “Señor le recuerdo que es un Vega Sicilia Único” “Lo sé. A mí me gusta con Sprite” “Seño disculpe pero como sumiller lo considero un sacrilegio” “Y sin embargo si le pidiese su mejor ginebra me la mezclaría sin contemplaciones con el Sprite” “Permítame decirle que no es lo mismo. El vino es una cultura” “El vino es un líquido alcohólico de buen sabor que a mí me gusta beber con Sprite” El camarero suda. La mujer calla. El señor no se inmuta. El hombre y el sumiller se miran y callan. “¿A que le adivino qué está usted pensando de mi?” “Señor no estoy pensando nada. Mi trabajo es aconsejar” “Está usted pensando que soy un nuevo rico que trato de impresionar a una mujer joven , extremadamente hermosa y de una mirada indefinible” “Señor le aseguro que no” “Por eso propuso de entrada el vino con diferencia más caro de su carta. Un hombre con una mujer así no va a rechazar ninguna propuesta” “Señor le aseguro” “Pues ha acertado usted, del todo, sobre todo al definir a mi acompañante, y porque no ha hablado usted con ella, y sabe algo más” “No” “Tráigame otro plato como este de perdices porque parecen deliciosas pero con esta cantidad. si no me trae más le sacaré el sabor cuando me lave los dientes en casa” “Sí señor”

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