domingo, 2 de septiembre de 2012

LA GASOLINERA


“Llene el depósito por favor” Mientras la dependienta se dirigía a su automóvil él se acercó a la tienda de la gasolinera para pagar con tarjeta. Había esperado hasta última hora para salir de la playa. 2 de SEtiembre. Vuelta a casa con el coche hasta los topes. Su hija pequeña llorando desde que salió y su mujer enfadada todo el día. Ese día siempre pensaba lo mismo: No merece la pena.

El dependiente, un hombre muy alto con nariz de boxeador y una boina que ocultaba su alopecia le tomó la tarjeta y el DNI. No se miraron. “Marque su código. ¿Cómo ha cambiado el tiempo” “Sí hace dos días calor y bochorno y ahora fresco y lluvia” “ Se les ha hecho tarde para salir con este tiempo” “Por no discutir. Yo habría salido esta mañana, pero mi mujer es de ideas fijas. Inútil discutir. Cuando ha visto como se ponía el tiempo ha querido salir, pero hemos pensado que era mejor esperar, y cuando ha visto que no tenía pinta de remitir pues hemos salido y ya era de noche” “ A mí no me gusta conducir con lluvia” “Ni a mí pero no podía quedarme a esperar, ella mañana trabaja” “Ya está. Lleve cuidado hace justo diez años un compañero de esta gasolinera perdió la vida cuando lo arrastró una riada en una vaguada aparentemente inofensiva” “Sería una imprudencia” “Conocía el camino, no había  más de diez centímetros de agua cuando lo cruzó, pero cuando lo vadeaba le sorprendió una nueva crecida que arrastró el coche por un barranco. NO puedo hacer nada.Lleve cuidado” “Gracias”. Se fue la luz. Cuando volvió el hombre no estaba. “Oiga. Oiga, Deme mi tarjeta que me marche” Salvo que estuviese oculto detrás de un estante, en el local no había nadie. Aparentemente no había trastienda. Entró la otra dependienta. “¿Va a pagar efectivo o tarjeta señor?” “Ya le he pagado a su compañero. Pero se ha quedado con mi tarjeta y ahora no sé donde está” La mujer pasó detrás del mostrador. Aquí no hay nada señor. “Pero yo le he pagado. He validado la operación” “Señor disculpe pero quizás esté equivocado. Con esta noche es normal que uno pueda tener algún descuido” “Señorita. Mire le mostraré en mi móvil que está apuntado el movimiento de la tarjeta”. Se conectó. Tecleó la clave del banco y la miró contrariado “Pues no está. No me lo explico pero no está. Pero pregúntele a su compañero” “Señor aquí no hay nadie más que yo. Por la noche en verano sólo nos quedamos uno de servicio y además aquí somos desde hace diez años todo chicas” “Tiene razón. La tarjeta está donde debe estar: en mi cartera” “No pasa nada no se preocupe. Nos puede pasar a todos. Pero dígame como era el señor que vió” “Un señor muy alto moreno con una nariz muy característica de boxeador y un habla gangosa”. El rostro de la dependienta se oscureció. No dijo nada. “¿Ocurre algo señorita. ¿Sabe usted quien es ese señor? Se ha puesto usted seria” “No es nada señor. Buenas noches y lleve cuidado. La lluvia está arreciando. De nuevo hay rayos y truenos y le quedan treinta kilómetros para el siguiente pueblo” “No me va a decir quién era ese hombre” “No lo sé señor . Vaya usted con Dios”

“Cariño has tardado mucho. La niña no ha parado de llorar. Se va a pasar la hora de su biberón. Vamonos ya” “Sí cariño. Lo siento. Ha sido algo muy raro. Luego te cuento. Voy cansado. Anoche tendría que haberme acostado pronto” “¿Quieres que conduzca yo?” “No”

Los parabrisas no alcanzaban a despejar el agua torrencial sobre la carretera. Los rayos hacían ver el firme en ebullición. Iba muy despacio. Bajó una cuesta había un puente pequeño. La rambla venía crecida. Saltaba apenas uno o dos centímetros en algunos puntos. Comenzó a cruzar. Se detuvo. Llovía. Dudó. Miró por el retrovisor. Dio marcha atrás y aparcó en una zona elevada.

“¿Qué haces?” “Nos quedamos aquí hasta que pare de llover” “Eres un cobarde”

Un rugido evitó la discusión entre los dos . Por debajo  de ellos una riada de más de dos metros engulló el puente.

No hay comentarios: