viernes, 8 de junio de 2012

TRUCK


Me extrañó encontrar un trailer frigorífico con matrícula de Polonia aparcado en el lateral de un camino entre almendros a cinco kilómetros de Bullas. Salí a correr desde el Camping de La Rafa. Ese punto era casi el máximo que quería alejarme. Viernes por la tarde cerca de las ocho. Junio. El calor ha venido pronto, casi treinta grados. Cuando paso por el lateral, escucho un golpeteo monótono desde la caja. En la cabina no hay nadie. Sigo un poco más. No encuentro un camino circular que me devuelva a mi origen. Giro ciento ochenta grados y vuelvo. El sol ya puesto se refleja en la luz delantera del camión. Me deslumbra. Miro al suelo . Tierra y piedras.  El sol se oculta detrás de la sierra de Burete. Llego al camión en penumbra. Los ruidos de su caja están más espaciados. No veo a nadie. Sigo corriendo. Ha refrescado. La brisa me hiela el sudor en el pecho. Miro atrás. Hay una escalera apoyada en la trasera de la caja del camión. He escuchado un ruido, un golpeteo monótono. Regreso. No se oyen golpes. Doy una vuelta alrededor del camión. Es de noche. De nuevo detrás. El candado que cierra el postigo de la puerta trasera está abierto. Sigue sin haber ruidos. No conozco bien la zona. Giro el postigo. Una vaharada de vapor helado sale del camión. El aire frío me hace toser. Entro en la caja del camión. Tropiezo. Caigo. Miro. No hay luz. La puerta se ha cerrado. Toco a mi alrededor canales de reses. Son costillares enormes. No me he lesionado en la caída. Hace frío. Estaba sudando antes de entrar y ahora mi vaho se convierte en escarcha. Palpo el suelo. He tropezado con algo más cálido que el resto. Es un hombre. Su cuerpo aun guarda calor. No respira. Acerco la oreja a si corazón. ¡Qué frío hace! . Su corazón no late. Acerco mi mirada a la suya. Para ver junto mi nariz con su nariz. Sus ojos no tienen brillo. Ha muerto. Mi sudor comienza a  convertir se en hielo. Estoy empezando a tiritar. Tengo que salir. Me afirmo a la puerta a la que el cadáver está pegado. El sistema de apertura está roto. Es una barra como las de las puertas cortafuegos, pero no abre la puerta. La bajo una y mil veces y no se abre. Vuelvo junto al cadáver. En su mano derecha una llave inglesa. Los golpes. Esos eran los golpes que oía. Tirito. Me cuesta pensar. Estoy en la caja de un camión congelador en medio del campo de Bullas de noche, sudado y en ropa de deporte. No llevo móvil. No he dicho a nadie a donde me dirigía.

Su ropa. Desvisto el cadáver. Me quito mis ropas mojadas me visto con las suyas. Cojo la llave inglesa y golpeo lentamente. Los golpes. El mismo ritmo que escuché antes. Movimiento. No puedo parar de moverme si no quiero que mi cuerpo deje de producir calor. Troto entre los canales helados. Oscilan. Me golpean algunos me hacen caer. Correr. No he dicho a nadie donde venía. Por lo menos hasta media noche nadie me va a extrañar. Son tres horas. Si me encuentran. Moverme. Moverme. Vuelvo a intentar abrir la puerta. Imposible. Golpeo con la llave inglesa. Hago muescas en el panel aislante pero nadie me ayuda.

Estoy muy cansado. Tengo mucho frío. Tengo mucho sueño. Me detengo.Son las cinco de la madrugada.Un poco más. Los agricultores madrugan. La llave está pegada a mi mano. Golpeo. A un ritmo cada vez más lento hasta que la mano no me obedece. Dormir. Tengo mucho sueño. Voy a dormir.


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