domingo, 24 de junio de 2012

SAN JUAN .Anemia XVI


23 de junio San Juan. Solsticio de verano. La noche más corta. Una tortura para un vampiro. O una bendición para un vampiro melancólico. Una noche corta: menos tiempo de insomnio.

En Alquerías, cerca de su biógrafo, la noche de San Juan se celebra con fuego, bengalas, petardos, con olores de pólvora, con calor, con sudor, con pasión, con fuego, con humo, con brujas y magos y duendes y odaliscas todos juntos en una suerte de aquelarre que conduce a la quema de los deseos secretos que cada cual vierte en la olla de la bruja para que el fuego purificador, a ser posible,  los convierta en realidad cuando el remolino de las cenizas los levante hasta la luna.

Desde la torre de la iglesia de la Virgen de la Oliva, a cubierto de la cruz, Vlad contempla el discurrir del desfile. Tiene hambre  pero no tiene prisa. La noche es propicia. Vlad no bebe pero no es abstemio. Seleccionará mujeres ebrias que le permitan incorporarse a la fiesta. Es en las fiestas paganas cuando más echa de menos ser humano. Cuando amó hasta la desesperación, cuando deseó ser mortal , pero vivir como un humano, para un vampiro no supone otra cosa que la muerte.

Fuego. Volcanes de artificio con magos danzando alrededor. Petardos de los duendes que escoltan a la bruja a su sacrificio, su inmolación que la llevará a presentar los deseos al señor de los oscuro que quedó postergado cuando aparecieron las religiones.

Vlad salta. Vuela sobre el desfile. Los magos tienen una máquina de humo. En uno de los chorros toma corporeidad. Entre magos y brujas no desentona un vampiro. Baila entorno a los conos que emiten fuego. Inhala el humo de la pólvora quemada. Se vuelve humo y busca una primera libación. Dos jóvenes danzan. El torso de él desnudo, los rostros pintados de rojo. Los separa. El no pude resistir el influjo de Vlad. La mira. Se acerca, la abraza y sorbe. Cuando él despierta ella no recuerda nada. Tampoco él. Dos orificios en su cuello. Sigue la fiesta. Y Vlad vuelva a la danza entre los magos. 

Una olla en un camión, una marmita que cocina los deseos que se llevará la bruja cuando sea quemada. Ha bebido una sangre ebria. Le cuesta mantenerse en pie. Le ofrecen un papel. Y un lápiz. Pará qué es esto pregunta. Para formular un deseo. ¿Y se cumple?. Le aseguran que siempre o casi siempre. El todopoderoso Vlad escribe un deseo. El deseo que lo mantiene en una angustia permanente desde hace meses. Si estuviera sobrio sentiría vergüenza de mostrar debilidad. El señor de los Cárpatos, el empalador, el superviviente de los tiempos, suplicando a un destino que él mismo decide, volver con ella, un segundo más de ese amor humano que tanto daño le hizo. Aúlla y todos los perros de la huerta y los zorros del monte aúllan con él. Le ofrecen jamón y una estrella. A él que no come y no bebe sino sangre. 


Mientras los mozos saltan el fuego. Mientras en los rincones unos orinan y otros se aman , Vlad huye, corriendo a toda le velocidad de su forma humana. Se detiene detrás de una esquina. Despliega sus alas. Vuela hacia la luna. Y baja en picado hacia la luz de la hoguera, una de tantas en cientos de kilómetros de distancia. En un rincón, Junto a una tapia, una  mujer casi dormida . Sorbe sorbe hasta casi dejarla exangüe. Y la habría vaciado de vida si en el horizonte no hubiesen aparecido los primeros rayos de luz.

Si fuese humano no necesitaría huir. Si fuese humano estaría muerto



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