martes, 5 de junio de 2012

UNA HISTORIA DE HOY


“¡Que me tiro! Me oyen todos. ¡Me tiro!”.

Desde abajo se va juntando una muchedumbre que mira  la terraza de un séptimo de Ronda Sur muy cerca del Mesa del Castillo. A lo lejos ya se oyen las sirenas de los bomberos y la policía. En la terraza un hombre que parece joven con una vestimenta espor está subido a la barandilla, sujeto  a uno de los brazos de un toldo con una mano y con la otra un megáfono.

Nicolás está dispuesto a morir. No encuentra salida. Había vivido bien. Tiene todavía un sueldo que no peligra ya más, pero el sueldo no le llegaba para afrontar la mensualidad del ático desde el que se va a arrojar. “Cómpralo. Es una ganga” Los amigos. “Después lo vendes y tienes para un año excepcional” En eso habían tenido razón, llevaba un año excepcional.”Sólo vas a sacar ciento cincuenta mil euros de hipoteca. Redondea a doscientos mil y te cambias ese coche que está viejo” El coche está en el garaje. No ha podido pagar el seguro. Debe el impuesto municipal. El banco quiere resolver la hipoteca. No duerme hace dos semanas. Su mujer no  lo deja ver a los críos porque no puede pagar la asignación. Su nueva novia lo dejó porque no tiene un duro. La calle es su destino. Pero no va a bajar por el ascensor o la escalera. Se va a permitir un último vuelo delante de todo el mundo. La vida es una mierda. Te acostumbra a lo mejor y te tira en marcha. Ahí te pudras. Puta vida. Jódete ya no voy a aguantarte más.

La policía ha cortado el carril de la Ronda Sur más cercano al edificio del suicida. Aprovechan la rotonda para desviar el tráfico. Cada vez hay más gente. Los guardias se afanan por hacer un cordón que impida que el suicida se precipite sobre alguien. Esperan a un negociador o un psicólogo o un asistente social. Agradecen que el suicida sea español, porque con los recortes se han quedado sin traductor.

“Apártense por favor. No quiero herir a nadie. No quiero hacer más daño. Esto sólo va contra los bancos y sus tasadoras y contra los políticos corruptos, no con ustedes ciudadanos como yo” Ha llegado el camión de los bomberos con la escalera más alta.

Desde arriba Nicolás que ve con terror pero con tranquilidad cómo se acerca el momento, ve como la muchedumbre después de sus últimas palabras desaparece. Los ve entrar a los portales abiertos. Los bomberos suben a la escalera. Incluso los policías han desaparecido. Nicolás está confuso. Está a punto de preguntar adonde se dirigen.

No es necesario que pregunte. Mira a su derecha y a su izquierda. Enfrente en los edificios del Barrio del Progreso. Todos las balcones y terrazas se han llenado de personas encaramadas a las barandillas y los poyetes. Los bomberos se sujetan abrazados en lo más alto de la plataforma sin los cascos. Los policías abandonado los vehículos y se han unido a las personas en la terraza del Mesa. Llegan nuevas avalanchas de personas que preguntan a unas a otras y a su vez se encaraman a las alturas. Se hace el silencio. Todo el mundo espera su orden para lanzarse al vacío. Vacila. Duda y reflexiona. El silencio lo oprime. Esperaba que le trajeran a su exmujer con su hijo o a su madre, o algún banquero que le ofreciese el alivio de su deuda, pero esto no lo esperaba. Pasa de la desolación a una tranquilidad mística.

“Vámonos a casa. Ya se nos ocurrirá algo”

Aplauden y él también aplaude. Ríen a carcajadas y Nicolás también ríe.


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