sábado, 9 de junio de 2012

EL SÚPER


“Cuando llegue setiembre no sé como voy a llegar. Tendré que pedirle dinero a mi madre” “Dichosa tú que la tienes” “Sí pero ella también va muy justa. Desde que mi hermano cerró la empresa  está teniendo que pagar la hipoteca de su casa” “¿Tu hermano no tenía su casa pagada?” “Sí, pero tuvo que hipotecarla para conseguir dinero e intentar seguir, y sin avalista no podía. Ahora está en casa de mi madre y hace cuatro cosas que no le dan ni para cubrir gastos” “Desde el euro con los sueldos no se llega” “ Y cada año menos, mi Pepe de albañil sí que ganó unas perricas estos años, pero lo comido por lo servido. Ahora a ver de qué vamos a tomar vacaciones o viajar si la cuenta siempre está en rojo”.

En el pasillo interior de la tienda una anciana precoz escudriña los rincones de los anaqueles. De vez en cuando mira a la cajera que habla con la reponedora. Ellas también la miran a ella. Los pequeños hurtos menudean. El jefe les ha advertido que de seguir la cosa así, y sin poder compensar con aumentos de precios las pérdidas que le ocasionan va a tener que cerrar. Ellas saben mejor que nadie que la gente compra menos y más barato. A lo mejor cerrará de todas maneras. La mujer llega a una esquina donde nadie la ve. Un cuchillo de cocina. No ve el precio. No lo necesita, pero está al alcance de su mano, por debajo de su cintura, fuera del alcance de la vista de las dos empleadas.  Mientras con los ojos guiñados finge estudiar el precio de una botella de vino que inclina con la mano derecha, con la izquierda coge el cuchillo. Se agacha y lo mete entre sus senos enormes. El plástico que lo envuelve le araña. Lo recoloca y sigue su compra. Patatas a granel, una barra de pan y un tetrabrik de leche de la marca blanca del supermercado. Mira la cámara a su espalda. Mira las cajeras afuera. Sonríe por dentro. Su corazón palpita. Camina arrastrando los pies hacia la caja.

“Buenos días” “Buenos días” “Las leche, las patatas, el pan y…” Piensa que la han descubierto. Respira muy hondo. Tose para disimular. Las manos le sudan y le tiemblan. “..y nada más dos cuarenta. Saca el monedero. Escudriña lentamente en el fondo. No hay billetes. Sólo algunas monedas. Las saca, el temblor se exagera con cada una de las monedas. “ ¿Le ayudo?” “No” Vuelca el monedero sobre el tapiz rodantes de la caja. Va separando las monedas de menos de veinte céntimos de una en una. En cada movimiento el plástico del cuchillo le hiere un poco la piel del pecho pero no se queja. La cajera ya las ha contado. Falta un euro.

“Falta un euro señora” “No llevo más. Dejo las patatas” “ No no deje nada. Ya se lo pongo yo. Me lo devuelve otro día” Le mete la compra en la bolsa que saca de uno de los bolsillos. “Adios” “Lleve cuidado en la rampa señora. Hasta otro día” “lo que te decía, números rojos, y ahora enseguida viene el sello de la casa y el del coche , en setiembre el cole, si llega un extra, a sablear a mi madre o tirar de tarjeta”.


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