miércoles, 20 de junio de 2012

MERCADILLO


Cerca de la medianoche. Miércoles. Aunque hay fiesta hay poca gente por la calle. Callejear en fiestas es caro. Hace calor. El ruido de los compresores de gasoil rompe los silencios. Dos o tres clientes manosean las gafas. El vendedor marroquí les dice que tiene más si quieren verlas. La luz de las dos bombillas de bajo consumo apenas permite distinguir los colores. Las dos mujeres búlgaras se miran, se las prueban. Se miran una a otra y las dejan. El hombre sabía que no iba a vender. Años de mercado te enseñan a saberlo. Pero un cliente siempre es un cliente. Está cansado. Esta mañana ha estado en Torrevieja. La venta floja. Esta tarde ha venido a Alquerías para ver si mejora las cuentas. Quince euros de gasoil más los impuestos. Los mismos del año pasado y la venta está peor. El Viernes y sábado que es la fiesta grande espera recuperar. En la acera sobre dos cartones. Tapados con sábanas duermen dos niños de cinco y siete años. El mayor de trece se afana con su padre en vigilar el puesto. De mayor quiere tener su propio puesto, como su padre tan alto, tan fuerte y tan listo. Su padre es el mejor vendedor del mundo.

Hace calor en  Junio. El muchacho escucha la música de los coches de choque. Ve a las muchachas con mallas camisetas o faldas cortas desfilar hacia la feria. Le gustaría invitar a alguna a un paseo en un coche. Pero tiene que trabajar como su padre. No hay tiempo para la diversión. Por lo menos hoy. El domingo, si la venta va bien el sábado, su padre lo mandará con sus hermanos a dar una par de vueltas. Pero hay que trabajar antes.

Al otro lado de la valla de la policía municipal que delimita el mercadilla y el recinto de fiestas, a la calle sin salida entra una A5 blanco. Aparca en el paso de cebra. El conductor es un joven de pelo corto engominado con gafas Carrera de espejo, unos Levis ceñidos y una camiseta Armani. Una esclava de oro y un cordón también de oro. Al otro lado, se despliega una chica rubia probablemente teñida con una camiseta de raso de tirantes que dejan sus hombros al descubierto. Se da la vuelta. Tiene los ojos azules y la tez más blanca que el  niño del puesto ha visto nunca. Es la mujer más hermosa que recuerda. Él la coge por la cintura. Van hacia la feria, pero la chica ve los puestos y cambian de dirección. El muchacho se encandila a cada movimiento de unos tacones altos de aguja. Se para delante de las gafas.

“Tenemos más señorita. Si quiere se las enseño. Todas las marcas” “Jezabel estas gafas son  una mierda. Si quieres mañana vamos al corte inglés” “Jonathan me gustan los mercadillos. A todas las mujeres nos gustan” “¿Cuánto valen esas gafas muchacho?” “Diez euros señor” “Ocho” “ Señor valen diez” “Ocho o nada” El muchacho mira atrás a su padre quien lo observa sin decir nada. Mira a sus hermanos pequeños en la acera. Mira de nuevo a su padre. Su padre agacha los ojos serio “Ocho euros señor” “Toma. Ahí tienes tus gafas . Vámonos que nos esperan a cenar. Miguel me ha mandado un Wasapp que van a meter los langostinos del Mar Menor al fuego con nosotros o sin nosotros” “¿Algo más señor?”No responde se dirige de nuevo al coche. A acaricia la nalga de su compañera. Le abre la puerta y la besa. El chico los mira. Su padre se acerca. Le acaricia el hombro y le recuerda que hay otros clientes.


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