lunes, 18 de junio de 2012

HISTORIA DE UN CONCIERTO DE THE BOSS


“Hemos tenido mucha suerte. Ni de coña podríamos haber podido pagarlos. Yo sin trabajo y mi novia en la caja del súper ganando seiscientos euros” “Sí. Algún beneficio tenía que tener lo que me cuesta sacarme el bachiller por la noche. ¡Estamos más contentos!. Y Bruce Springteen ni más ni menos. Qué suerte” “¿Y os las habéis encontrado?” “No exactamente. Alguien nos las ha dado sin saber que nos las daba a nosotros” “¿Quién?” “Eso no lo sabemos” “¿Por qué a vosotros?” “No fue a nosotros. En realidad hubo mucho de casualidad” “Y de destino también Manu” “ Si Mari el destino también ha jugado lo suyo” “No entiendo nada” “Mi novia..” “Yo tenía que hacer un trabajo de literatura. Tenía que leer el Werther de Goethe. Lo saqué de la biblioteca y entres sus páginas estaban las dos entradas con una nota” “¿Qué decía?” “La tengo aquí, con las entradas, tal como estaba entre las páginas del libro.¿Quieres verla Antonio?” “Me encantaría”


Cuando compré estas entradas estaba muy atormentado. Mi mundo estaba a punto de cambiar. Confrontaba quizás la decisión más trascendente de mi vida. Era una cuestión de tiempo. Poco tiempo. Noches de insomnio. Sueños y pesadillas entremezclados. El día y la noche enlazados en la angustia de una vida atribulada. Ella. Ahora ya es pasado pero lo fue todo. Ella. Ella era yo y yo era ella. Sin fisuras. Tan natural como el agua fluye por las vaguadas. Tan sencillo como el viento empuja las hojas. Tan agradable. Palabras. Caricias. Deseos. Admiración. Ella y yo. Ahora es ella. Antes era tú.


Cuando las compré vivía el deseo de hacerla feliz. Buscaba el entorno perfecto para nuestros sentimientos. Lugares donde una mirada se convertía en  una cadena mullida y tierna, elástica, una caricia de hierro. Un deseo de presente eterno. La parálisis de cada hálito. La moviola eterna de una caricia. Cerrar los ojos para recordar. Momentos perfectos aun hoy ya envuelto en la oscuridad desolada de haberla perdido.


No podría ver ni escuchar ni sentir ni oler ni tocar nada distinto a su voz, su olor, su piel. No tiene sentido. ¿Devolverlas? ¿El seguro?. No . No necesito el dinero. Ya me sobran demasiadas cosas. Dárselas a un conocido: no. Se me ocurrió lo que he hecho.


El destino que nos unió se ocupará de buscar el destino de estas entradas. El vehículo será Werther. La biblioteca pública. Sí. Entre las hojas de un libro prestado. ¿Y si nadie se lo lleva? ¿Alguien se lo llevará? No es posible que el deseo que me llevó a conseguirlas quede sin concluir.


Vosotros. Ni os conozco ni os conoceré. Disfrutad. Tenéis reservada una noche de hotel en el NH Sanvy. Sólo tenéis que dar vuestra identidad. Espero que disfrutéis el amor que yo no pude.



“¿Antonio no dice usted nada?” “¿Qué podría decir? Si escribo algo en  mi blog sobre esto ¿os molestaría?” “Un blog. A nosotros no. Y a él no creo que le importe”

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