lunes, 4 de junio de 2012

28 HORAS


Vlad salió a cenar después de cerrar la tienda. Encontró a un antiguo compañero en uno de los bares del centro. Le pidió por favor que volviese a urgencias de la Arrixaca. Tenían que cubrir varias bajas maternales cara al verano y temían que con el trabajo que escaseaba, aterrizase alguien no deseado. Accedió. Para un vampiro tener un banco de sangre cerca es un seguro de no vida. La sangre embolsada tenía el sabor de lo corriente, pero a diferencia del vino en tetrabrik, el contenido de cada bolsa es único, con matices que sólo un vampiro es capaz de apreciar.

El ambiente era distinto al de su etapa anterior. Crispado. Los recortes amagaban detrás de cada rincón. El último rumor que tomó cuerpo en el fin de semana anterior, las 28 horas para los eventuales. Lo tomas a lo dejas. Si no eres tú será otro. Hay gente en cola.

A Vlad no le importaba el dinero. Un tercio menos del salario o dos tercios, igual. Si sorbiese la sangre de las personas que trabajaban con él, su sangre sabría amarga, como las hojas verdes de las alcachofas. 
Uno a uno irían pasando por los despachos de dirección para considerar la propuesta que se había hecho. A Vlad le daba igual. Sus compañeros se enfadaron. Su actitud discrepante llegó a los despachos. Era su hombre. En cuanto uno firmase, el resto se irían desgranando como piñones. Fue por eso por lo que se avinieron a entrevistarlo a partir de medianoche.

“¿Vlad Tepes?” “Sí” “¿Rumano” “Sí” “Nos dejaste hace un tiempo” “Cosas” “¿Estás a gusto?” “Se puede decir que sí” “España está al borde del abismo. Hay muy poco trabajo. Mucha gente entrega sus currículos para lo que sea” “No leo las noticias” “Haces bien. Toca renovar tu contrato. Sólo podemos ofrecerte 28 horas” “¿Nocturnas?” “¿Siempre trabajas de noche?” “Necesidades personales” “¿Trabajas en otro lugar?” “Sí” “¿Tendrás la compatibilidad?” “No” “Si firmas el contrato nos olvidamos de la compatibilidad. Tengo gente esperando” Tomó la Montblanc que le ofrecieron y firmó. Se garantizaba la sangre durante unos meses más.

Unos directivos estaban muy satisfechos porque habían quebrado la resistencia. Un hombre es suficiente. A otros, aunque callaban, les pesaba la blandura de aquel extranjero que les obligaba a ejecutar la acción con el resto.

A Vlad le daba igual el hospital o los pacientes o España siempre que le quedasen algunas gargantas que sajar o algunas bolsas de sangre que beber. Él dejó de vivir muchos años antes. Tantos que sabía que de todas las crisis se sale y mientras uno se quejan parados, otros en silencio llevan hecha la mitad del camino y siempre, siempre queda alguna sangre para un vampiro.

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