martes, 12 de junio de 2012

PAPÁ


“Papá ¿Se va a acabar el mundo?” “No hija” “¿Nunca?” “Alguna vez se acabará pero nosotros no lo veremos” “¿Por qué?” “Porque el mundo tiene una vida más larga que cualquiera de nosotros” “ ¿Cuándo se acabará?” “No lo sé” “Tengo miedo” “No debes tenerlo” “Tú tienes miedo” “Yo no tengo miedo” “Te oí decírselo a mamá” “Tienes miedo” “¿De qué tengo miedo?” “Del futuro. Tú lo dijiste. El mundo se va a acabar y no me lo queréis decir” “No cariño. No . Te aseguro que el mundo no se acaba. Es verdad que son momentos difíciles. Pero saldremos adelante” “¿Por qué son difíciles?” “El mundo está raro” “Pero  no se va  a acabar” “No. Está raro porque cosas que eran sencillas ahora son muy complicadas” “No lo entiendo” “Es normal. Yo tampoco lo entiendo del todo. ¿No estás cansada? Es muy tarde?” “No. Me gusta hablar contigo, antes no estabas casi nunca” “Sí me he perdido muchas cosas tuyas, pero ahora te veo más” “Y no estás contento” “sí estoy contento de llevarte al colegio, de prepararte la ropa y la comida, pero quizás no estoy muy acostumbrado” “Lo haces muy bien, yo si estoy contenta aunque también echo de menos a mamá”. “Duérmete. Un besito. Hasta mañana” .

“¡Papá!” “ ¿Qué te pasa?” “No puedo dormir. He visto una sombra detrás de la puerta” “Es una pesadilla. Sólo una pesadilla de una niña que piensa demasiado” “No me apagues la luz que la sombra me asusta” “Un besito. Que sueñes con los angelitos” “Te quiero papi”

Se va al salón. Camino despacio y mira atrás por el pasillo. Deja todas las luces encendidas, en el pasillo y en el salón. La televisión funcionando siempre con más voz de la necesaria. El mando en la mesa. Mira atrás a cada tramo. Se afirma a la paredes, se roza, se frota las manos y cierra los ojos. Llega al sofá.  Se sienta. Se acomoda en el lado de la chaise longue y mira a su lado el cojín del sofá que a veces se ha hundido cuando la sobra llega con él. Espera que el sueño le venza pero a veces pasa noches enteras en vela de lado en la cama, agarrado al borde evitando deslizarse al otro lado de la cama bajo el peso de la sombra. Su mujer llega de madrugada. Se acuesta. En silencio la sombra se marcha. Esa hora puede dormir. Después tiene que llevar a su hija al colegio, siempre en autobús. No puede conducir con la compañía siniestra que le acompaña desde que perdió su trabajo.


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